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Sólo niños y borrachos dicen la verdad

Opinión - Miscelánea

Sólo niños y borrachos dicen la verdad

Sólo niños y borrachos dicen la verdad

Adela Celorio

Entre nuestros políticos, palabras como 'justicia', 'libertad', 'igualdad', son pura ciencia ficción. Mentiras ingeniosas que aceitan nuestra jodida realidad para que no rechine demasiado.

Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería.— Otto Von Bismarck

¿Qué hay de verdad en ello? ¿En saludar cada mañana con el consabido cómo estás? “Muy bien, gracias”, respondemos a sabiendas de que quien pregunta no tiene ni tiempo ni un interés genuino por la respuesta. “Qué bien te ves”, decimos a la amiga que acaba de someterse a una costosa cirugía plástica aunque la hayan dejado igualita a Lyn May. “Encantado de conocerte”, repetimos aun cuando nos estén presentando a gente tan impresentable como los Moreira.

Si bien conocemos la ficción que se esconde tras estas fórmulas, entre la gente educada la sinceridad resulta ofensiva. Sería imposible la relación entre personas que se comunicaran a 'verdadazos' diciéndose cosas como: “Querido jefe, póngase a dieta porque ya trae una panza de pulquero; y además hábleme de ladito que tiene mal aliento”.

Cuando se trata de preservar la paz matrimonial es elemental recurrir a la 'verdad alternativa' para no ofender o provocar una discusión. Recuerdo que cuando mi difunto Querubín me amenazaba con aquello de “¿quieres que te diga la verdad?”, entre broma y en serio yo le cantaba:“Miénteme más, que me hace tu maldad feliz”.

“No mentirás”, es una de las primeras mentiras que me contaron. En una cultura como la nuestra, que se sustenta en mentir, dicha Ley moral no va más allá de la buena intención. Ya se sabe que sólo los niños y los borrachos dicen la verdad.

La palabra se nos concedió para que pudiéramos ocultar mejor nuestros pensamientos. La más elemental cortesía nos obliga a disfrazarlos. Como dijo Anatole France: “Sin mentiras la humanidad moriría de desesperación y aburrimiento”.

Todas las mujeres sabemos que cuando una carísima crema facial ofrece imposibles como devolver la juventud en diez días, es sólo eso, un ofrecimiento. Sin embargo, la compramos porque nos ayuda a mantener la ilusión. El autoengaño comienza cuando en el supermercado compramos 'huevos frescos' o jugo de naranjas 'recién exprimidas' a sabiendas de que los productos llevan semanas o tal vez meses entre las bodegas y los congeladores del súper, difícilmente soportaríamos que se nos informara un hecho tan desagradable.

Entre nuestros políticos, palabras como 'justicia', 'libertad', 'igualdad', son pura ciencia ficción. Mentiras ingeniosas que aceitan nuestra jodida realidad para que no rechine demasiado. ¿Se imaginan un candidato que hablara con la verdad y nos dijera algo así como “a mí la gente me vale madres, yo sólo vengo a llenar mis alforjas porque merezco la abundancia”?

Nuestra “historia oficial”, esa que todos aprendemos en el colegio debidamente retocada, no es otra cosa que una hermosa fantasía en la que nos gusta creer. La verdad verdadera es cosa del pasado. Con nuestra formación moral a cargo de personajes como la maestra Gordillo, que durante décadas mostraron un “profundo interés por la educación de los niños mexicanos”, es suficiente una torta y un refresco para acarrearnos a su conveniencia.

Los norteamericanos eligieron como presidente y líder 'moral' de su país a un 'pinocho' que en el corto tiempo que lleva de mandato, según el Washington Post, ha mentido públicamente 836 veces.

De nueva cuenta: "Sin mentiras la humanidad moriría de desesperación y aburrimiento".

Desde que yo recuerdo, todo aspirante a un puesto público nos jura por Diosito que va a acabar con la corrupción y todos manifiestan su profunda preocupación por los pobres. Debe ser por eso que cada sexenio los multiplican. Y conste que “No es opacidad, es secrecía" asegura López Obrador. “Igual que los enfermos, los pueblos en decadencia se complacen en la mentira que les sirve para ir tirando”, dijo hace muchos años José Vasconcelos. Y pues sí, si el mundo se jodió, vayamos con él.

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Escrito en: verdad, mentiras, gente, niños

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