Dice un refrán antiguo: "Febrero y las mujeres, mil pareceres". Por lo que hemos visto, este enero trae dos mil.
En el momento en que empecé a escribir esto la niebla que cubría el ventanal no me dejaba ver las plantas del jardín. Ahora, minutos después, un sol radiante entra por la ventana, y puedo ver hasta el último rincón de mi alma.
En un abrir y cerrar de suéter la temperatura pasa de un grado bajo cero a 5 sobre lo mismo, y en seguida otra vez a cero grados. Así no hay meteorólogo que atine. Quienes anuncian el tiempo tendrán que decir como aquél que hacía sus pronósticos y añadía luego: "Todo esto si Dios quiere".
Las cosas del clima son muy opinables. Cuando llueve a cántaros la gente de la ciudad dice, molesta: "¡Qué feo está el tiempo!". Quienes viven en el campo exclaman con alegría: "¡Qué bonito está el tiempo!".
Pienso que lo importante es saber disfrutar los días, sean de frío o de calor, sean soleados o de bruma. Yo disfruto cada día como si fuera el último. Más aún: lo gozo como si fuera el primero. Mientras me quede tiempo diré todos los días: "¡Qué bonito está el tiempo!".
¡Hasta mañana!...