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Absurdos y precampañas

Sobreaviso

RENÉ DELGADO

Avanzan hacia el final las precampañas y afloran varios absurdos. Sucesos sobre los cuales conviene reflexionar y, quizá, fijar postura.

En la barahúnda y el vértigo de acontecimientos, esas paradojas se diluyen o pasan sin percibirse. Empero, al final, repercutirán no sólo en las elecciones sino también en el modo de hacer política.

La democracia, entonces, se verá enriquecida o empobrecida y los canales de participación en ella, fortalecidos o debilitados.

Sí a los votos, no a las armas. La lucha de María de Jesús Patricio Martinez, la indígena nahua de Tuxpan, Jalisco, por alcanzar las firmas necesarias para aparecer como candidata presidencial, no se ha valorado en su justa dimensión. Esa campaña no responde, como ella misma dice, al afán de ocupar Los Pinos, pero sí a la necesidad de abrir espacio a los grupos indios y fortalecer su presencia. Ver y ser vistos, participar y ser tomados en cuenta.

Esa decisión implica una postura de fondo en torno al propósito de llamar la atención sobre esa comunidad marginada y abandonada, así como en el giro de participar en la política.

No se mira, sin embargo, con atención esa postura. Vamos, ni siquiera los percances y agresiones sufridos por quienes impulsan y acompañan la caravana de Marichuy han suscitado un gesto de solidaridad o un comentario de parte de "los profesionales" de la política. Ellos siguen en lo suyo, viendo y oyendo sólo aquello de su particular interés.

A diferencia de hace veinticuatro años, el Congreso Nacional Indígena y su Concejo de Gobierno resolvieron recorrer los caminos de la República, no subirse a las montañas y tomar las armas. El ¡Ya basta! dado con bocas de fuego por el movimiento zapatista, encabezado entonces por el subcomandante Marcos, hoy se da con bocas resecas de quienes una y otra vez han sido marginados o excluidos del desarrollo y, por fortuna, no se rinden.

Optar por los votos y no por las armas debería de aquilatarse en su justo valor y alentarse.

Endogamia sin medida. Cerrar el círculo de participación política a los afines, en particular a los familiares, data de hace siglos. No hay novedad. Heredar, seguir o dar los pasos de los ancestros e incursionar en la política ha dado cuadros espléndidos y lamentables. Por lo demás, sería injusto que por tener un vínculo sanguíneo, a esas mujeres u hombres se les negara el derecho a desarrollar esa actividad y desplegar su propio talento. En la política, los apellidos pesan para bien o para mal y trazar el propio sendero no es sencillo.

De eso, a la pretensión de heredar -en el periodo inmediato- el Palacio de Gobierno al pariente o el cónyuge, moviendo los resortes del poder y del gobierno para asegurar la herencia sucesoria, hay una distancia. La ley no lo impide, pero el pudor lo cuestiona.

Sin restarle méritos a quienes están hoy ante esa posibilidad, no deja de llamar la atención el hecho. Sería interesante saber qué piensan sobre el particular los gobernadores Graco Ramírez y Miguel Ángel Yunes, así como el ex gobernador Rafael Moreno Valle. Igual interesaría conocer el punto de vista de sus respectivos hijos y esposa, Rodrigo Gayosso, Miguel Ángel y Martha Érika.

¿En tiempos donde el clamor ciudadano exige abrir y rendir cuentas, los eventuales sucesores tendrían cabeza y corazón para revisar la actuación de sus antecesores? ¿A quién responderían, a la familia o a la sociedad?

Independientes dependientes. Por lo visto, los candidatos independientes con posibilidad de aparecer en la boleta electoral para la elección presidencial serán los políticos de siempre, con abrigo ciudadano.

El instrumento creado para abrir espacio a la participación ciudadana y garantizar el derecho a ser votados, terminó siendo recurso extra para quienes han hecho carrera sin destino en un partido y, luego, por ardor, diferencias, transa, revanchas u oportunismo resolvieron correr por el acotamiento abierto no para ellos.

Tarea de la autoridad electoral revisar si, en verdad, los posibles candidatos dependientes a la Presidencia de la República recabaron las firmas necesarias sin importar los vicios y transas de los partidos y, luego, de estos acreditar la verticalidad política que hoy no los distingue.

Partidos partidos. A los dirigentes, formales o informales, de las coaliciones partidistas, cuyos candidatos presidenciales resulten derrotados, se les va a atorar la lengua si algún día explican a sus militantes por qué el fiasco de la aventura emprendida.

Ante la urgencia o la desesperación de acumular posibles votos, candidatos y partidos han arrumbado principios que, de ganar, tendrán por recompensa un sinnúmero de posiciones políticas. Empero, de perder, ahondarán la crisis al interior de los partidos que, quizá, deriven en fracturas: más partidos que nunca.

Hoy, poco se repara en el absurdo de ver codo con codo a simpatizantes ocasionales y conversos profesionales, instruyendo militantes ajenos; a contrarios, celebrando estar juntos sin motivo; a oportunistas, festejando acomodarse a muy buen precio.

El drama vendrá cuando las coaliciones derrotadas regresen a buscar refugio, donde ya no habrá madriguera.

La lucha por conquistar o conservar el poder o participar de él ha revelado absurdos que, al calor de la contienda, pasan desapercibidos. Prácticas, tentaciones y operaciones que urge considerar porque, al final, influirán en el porvenir de la cultura política... y, claro, en la posibilidad de retomar o no la transición a la democracia.

El socavón Gerardo Ruiz

Tan dado, ahora, a anunciar cuanto hace bien o mal, al secretario de Comunicaciones y Transportes se le ha pasado explicar por qué el monto del incremento de la autopista México-Cuernavaca. ¿Será por el costo de tapar el agujero?

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Escrito en: Sobreaviso partidos, candidatos, quienes, participar

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