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Los liberales

Jaque Mate

SERGIO SARMIENTO
"Creo en el liberalismo tanto y más aún que siempre. Pero pasé por una edad de sonrosada inocencia en que pude creer en los liberales, lo cual es cosa muy distinta."— G.K. Chesterton

El adjetivo "liberal" tiene connotaciones positivas. Quizá por eso tantos políticos e intelectuales se lo pelean, incluso aquellos que se oponen en todo a los principios del liberalismo.

Esta semana Andrés Manuel López Obrador, quien siempre se ha dicho liberal y que adornó con un retrato de Benito Juárez su oficina de jefe de gobierno, descalificó la calificación de "liberales" que usualmente se adjudica a los intelectuales y escritores Jesús Silva-Herzog Márquez y Enrique Krauze, a los que acusó de ser "conservadores con apariencia de liberales".

La discusión obliga a aclarar primero qué es el liberalismo y qué significa ser liberal. La Real Academia Española da en su Diccionario dos significados para el primer término: "1. m. Actitud que propugna la libertad y la tolerancia en la vida de una sociedad. 2. m. Doctrina política que postula la libertad individual y social en lo político y la iniciativa privada en lo económico y cultural, limitando en estos terrenos la intervención del Estado y de los poderes públicos." La Encyclopaedia Britannica define el liberalismo como "la doctrina que considera la protección y ampliación de la libertad del individuo el problema central de la política". "Liberal" es, simplemente un partidario del liberalismo.

Benito Juárez y muchos de sus correligionarios en el siglo XIX mexicano eran ciertamente liberales. Defendían las libertades individuales, el libre comercio, la propiedad privada y la libertad de culto. La Constitución de 1857 establece un orden eminentemente liberal. La desamortización de bienes de manos muertas, tanto de la Iglesia como de las comunidades indígenas, se hizo con la convicción de que la propiedad privada y el intercambio libre en el mercado son indispensables para construir una sociedad más próspera y más justa.

López Obrador puede ser progresista, socialdemócrata o socialista, pero no liberal. Él mismo dice que quiere regresar al espíritu de la Constitución de 1917, una carta estatista e iliberal que sólo reconoce la propiedad privada como una graciosa concesión del gobierno a los individuos ya que otorga los derechos originales de propiedad de tierras y aguas "a la Nación", que en la práctica no es más que el gobierno. Las dudas de Andrés Manuel ante las libertades individuales, ya sean económicas o morales, lo señalan como un conservador. Sus propuestas de echar para atrás el libre comercio, de centralizar nuevamente la producción de energía en monopolios gubernamentales, de mantener el ejido o de aumentar los subsidios son todo menos liberales.

El liberalismo nunca ha sido una doctrina popular. A la gente le gusta tener un gobierno que le resuelva la vida, que la apoye cuando tiene problemas, que le otorgue subsidios, que establezca derechos diferentes para grupos distintos, que censure las expresiones o los comportamientos que considera inmorales. Lo entiendo, aunque no lo comparto. Lo que nunca podré entender es por qué políticos conservadores, progresistas, socialdemócratas, socialistas o fascistas insisten en presentarse ante la sociedad como liberales.

La discusión debería ser muy sencilla: liberal es quien defiende la libertad individual frente al gobierno. Vemos así que muchos que se presentan como liberales son los más enconados enemigos del liberalismo y de la libertad.

"Lo siento, 100 años pero demasiado atrevido para hoy. #ToArtItsFreedom." Con este lema en una banda que tapa los desnudos del pintor austriaco Egon Schiele, la Oficina de Turismo de Viena cuestionó la censura a reproducciones promocionales de sus obras en el metro de Londres y en los autobuses de Berlín.

Twitter: @SergioSarmiento

Escrito en: Jaque Mate libertad, liberalismo, propiedad, privada

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