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Europa después de la lluvia

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¿Cómo procesamos el perder a alguien?

La pareja más famosa de Leonora Carrington fue Max Ernst. Yo me sentí atraída hacia su vida porque leí un artículo en el que se afirmaba que cualquier persona que se acercara a ella sabía que del tema que era imposible arrancarle una palabra era precisamente de esa relación. Tenía veinte años y recuerdo que me pregunté cuánta intensidad debía existir entre dos personas para no soportar hablar del otro nunca más.

Max Ernst fue uno de los representantes más importantes del surrealismo y del dadaísmo. Tenía una mente maravillosa, inventó técnicas que después sirvieron a los surrealistas como campo de juegos -el frottage, por ejemplo-. Sobre él, Herbert Read escribió: 'Max Ernst es ante todo un artista [...] se sirve de tales dotes para transmitir su visión simbólica del mismo modo que Blake se servía de su sensibilidad de poeta'.

En uno de los puntos más altos de su carrera, conoció a Leonora, que aún era estudiante. Algo entre ellos, en sus personalidades, o en su destino, si nos ponemos románticos, disparó lo que sería uno de los periodos más creativos para ambos. Pero la historia es conocida: con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Ernst fue enviado a un campo de concentración -para Josefina Alix, no hubo miembro del grupo de los surrealistas que sufriera más las consecuencias de la invasión a Francia por parte del ejército alemán-, Leonora terminó en un manicomio en Santander, y se encontraron de nuevo sólo para despedirse definitivamente.

Hace un par de semanas encontré el libro que Joanna Moorhead escribió sobre la vida de Leonora: 'Una vida surrealista'. El octavo capítulo, 'Mujer gata', habla precisamente de ese periodo en el que Leonora, Max, Peggy Guggenheim, Renato Leduc y otros artistas que buscaban refugio de la guerra se encontraron en Lisboa y posteriormente en Nueva York. Yo, obsesionada con Leonora, nunca había pensado demasiado en lo mucho que había sufrido Max, y en realidad, como si Leonora fuera una de mis mejores amigas, resentía profundamente su matrimonio con Peggy.

Pero Joanna Moorhead dedica un par de páginas a analizar las obras que Ernst pintó durante ese periodo, y descubre, a través de su ojo analítico, que son obras que hablan del dolor y de la pérdida.

Moorhead escribe especialmente sobre 'Europa después de la lluvia', un panel apocalíptico que pintó entre 1940 y 1942 -entre sus periodos de arresto- y que fue la segunda versión de un cuadro que empezó a pintar en 1933, según precisa Cristina del Rosso. La mayor parte de los críticos ven en el paisaje del cuadro los efectos de la guerra reciente, pero Moorhead explica que también hay otra historia en él: 'Max siguió vertiendo su dolor en su obra y cada cuadro que pintó en esta época contenía la misma imagen inquietante: una figura femenina con la cara vuelta. El más desolador de todos es 'Europa después de la lluvia' [...] el paisaje frondoso y prometedor que Max y Leonora habitaban ha desaparecido para siempre. Está acostumbrándose a sus ruinas y en medio de estas, se encuentra el guerrero con aspecto de pájaro que debe seguir combatiendo solo mientras mira desvalido a la mujer que le da la espalda'.

El alter ego de Max Ernst era Loplop, el Pájaro Superior. Aparece en sus obras y también en las de Leonora, incluido el prólogo que Ernst escribió para el primer libro de Carrington, en 1938. Nunca había notado a Leonora en el cuadro. Pero ahora, cada vez que observo 'Europa después de la lluvia', pienso en 'Leonora a la luz de la mañana', la famosa pintura de Ernst para Carrington, en las dolorosas similitudes físicas entre ambas mujeres, y en todo lo que ocurrió para que los ojos de Leonora ya no miren fijamente a Loplop. Hay algo devastador en la figura de ese guerrero pájaro que la mira alejarse sin atreverse a tocarla.

En 'Max Ernst o el sentido de la Modernidad', Óscar González rescata una cita de Eunice Odio: 'la eternidad es una medida de intensidad, no de duración'. Max Ernst tuvo cuatro esposas, y Leonora no fue ninguna de ellas. Sin embargo, para todos los que conocen la historia, no es secreto que fueron el gran amor el uno del otro.

¿Cómo procesamos el perder a alguien?

No lo hacemos. Mantenemos su huella, a veces sin darnos cuenta, dejando escapar de repente sólo pequeños vistazos de lo que dejaron en nosotros.

Twitter: @SNGCalderon

Escrito en: ITINERANTE Ernst, Leonora, después, Leonora,

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