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De Política y Cosas Peores

ARMANDO CAMORRA

Dulciflor, compungida, les informó a sus padres que estaba un poquitito embarazada. "¡Dulces Nombres! -exclamó su mamá, que conservaba las jaculatorias aprendidas de labios de la suya- ¿Cómo es eso posible?". Replicó Dulciflor: "No supe lo que hice, mami, pero mi novio piensa que lo hice muy bien". Mamá Osa dijo: "Alguien entró en la casa y se comió mi sopa". Dijo el osito: "Alguien entró en la casa y se comió mi sopa". Y Papá Oso dijo: "Olvídense de la chingada sopa. ¡Alguien entró en la casa y se llevó el estéreo y el televisor!". El jefe de personal vio la prueba que Babalucas presentó para pedir empleo. Le dijo después de ver su escrito: "Tiene usted dislexia". Babalucas se preocupó: "¿Huelo mal?". Los condones vienen en varias presentaciones. Paquetes de uno, para solteros en sábado. Paquetes de siete para recién casados, uno para cada día. Y paquetes de 12 para casados de mayor edad: una para enero, otro para febrero, otro para marzo. Soy hombre de peregrinaciones. Suelo hacer peregrinaciones al fondo de mí mismo, y en el mundo de afuera -el otro mundo- peregrino a mis santuarios. En Roma voy a veces a San Pedro, pero siempre a la Fuente de Trevi, donde tengo recuerdos de cine, tan reales, y recuerdos de vida, tan irreales. En París mi peregrinación es al cementerio del Père Lachaise. La tumba que visito no es la de Chopin ni la de Morrison: es la de Alphonse Daudet. Su novela Le petit chose es un poco su autobiografía y un poco también la mía. Y en Madrid, ese pueblo grande capital de un gran pueblo, voy a ver toda la pintura del mundo en Las Meninas y luego de respirar su aire me tomo un café en el Gijón, el más café de todos los cafés de los Madriles. Por sus mesas anda el espíritu de doña Encarnación Fernández, la fundadora del establecimiento, que en sus 100 años de vida vio pasar por él a Fernando Fernán Gómez, a Joaquín Calvo Sotelo, a Camilo José Cela, a Fernando Arrabal, a Paso y Ruiz Iriarte. Una vez llegó ahí Ortega y Gasset, y todos los parroquianos se pusieron en pie y le aplaudieron. Yo voy al Gijón a visitar a Enrique Jardiel Poncela, que en la mesa que tenía reservada escribía sus novelas y sus comedias. En una de ellas -"Una noche de primavera sin sueño"- salí cuando empezaba a ser actor. Recuerdo una de las frases de mi personaje: "¡Qué hombre tan inteligente! ¡Siempre dice lo que yo estoy pensando!". Todo esto viene a cuento para repetir una vez más que soy fan de Mario Vargas Llosa. Sus novelas son deslumbrantes, y cada uno de sus artículos es modelo de periodismo bueno. Ciertamente en una mala hora cayó en la fea tentación de la política, pero sus muchas cualidades lo redimieron, y ese pecado está ya en el olvido, aunque seguramente los peruanos aún recuerdan el error que cometieron al no llevarlo a la presidencia de su país. Vargas Llosa declaró en Madrid que elegir a López Obrador sería para los mexicanos un suicidio, pues AMLO representa "una democracia populista y demagógica con recetas absolutamente fracasadas en el mundo entero"- Añadió el ganador del Premio Nobel: "Yo espero que no gane López Obrador. Creo que sería un retroceso enorme para la democracia en México". Todo eso dijo Vargas Llosa. Y digo yo como aquel personaje de Poncela: "¡Qué hombre tan inteligente!, etcétera. La esposa del célebre científico llegó sin anunciarse en el laboratorio y vio a su marido en trance de erotismo con su joven y curvilínea asistente. "¿Qué es esto, Alquimio?" -le gritó en paroxismo de iracundia. "Mujer -contestó él-. Recuerda que te dije que estaba tratando de producir la vida en condiciones de laboratorio". FIN.

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