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De Política y Cosas Peores

CATÓN

La diversidad sexual está cundiendo. Una señora sorprendió a su hijo adolescente poniéndose ropa de mujer: medias, liguero, pantaleta, zapatos de tacón. Reprendió, severa, al muchacho: "¿Cuántas veces te he dicho que no te pongas la ropa de tu papá?". Aquel tipo pelirrojo era padre ya de 14 hijos. En el barrio lo llamaban "El gran cañón del colorado". Su esposa dio a luz el hijo número 15, y el prolífico padrillo fue a visitarla en el hospital. Se inclinó sobre ella y le dio un beso en la frente. Exclamó con enojo la señora: "¿Ya vas a empezar otra vez?". Facilda Lasestas era de cuerpo complaciente. Casada por ambas leyes, el lazo del matrimonio no le redujo la circulación, antes bien pareció estimular sus complacencias. Cierto día sintió un vago asomo de remordimiento que la llevó a confesarse con el padre Arsilio. Le dijo en el confesonario: "Acúsome, padre, de que he engañado a mi marido". Inquirió el bondadoso sacerdote: "¿Cuántas veces?". Facilda se amoscó. "Padre -le dijo en tono de molestia-. Pensé que iba usted a confesarme, no a encuestarme". Decían los antiguos que los dioses ciegan a aquellos a quienes quieren perder. Perdido el PRI, y cegado, se empeña en cavar su propia tumba y en construir sobre ella un pedestal para López Obrador. La sórdida campaña que el prigobierno ha emprendido contra Ricardo Anaya pone un clavo más en el ataúd del régimen peñanietista, y viene a favorecer la causa del candidato de Morena. Si el Gobierno y su partido no quieren que AMLO llegue a la Presidencia lo que deberían hacer es instruir bajo capa a sus huestes para que den su voto a Anaya, único que tiene posibilidades de vencer en las urnas a López Obrador. Descabellada parece tal idea, pero el PRI ya sólo espera el descabello. En esas circunstancias los priistas habrían de hacer de su voto un voto útil. Todo indica, sin embargo, que el PRI ha perdido el instinto de conservación. Eso lo perderá. El juez conoció el caso de un ladrón. Le dijo: "Está usted acusado de haber robado 20 pesos. ¿Qué puede alegar en su defensa?". "¡Compadézcase de mí, señor juez! -clamó con desesperación el infeliz-. ¡Robé ese dinero por hambre, para comprar un pan!". El juzgador se conmovió. Le dijo: "El robo famélico es una circunstancia excluyente de responsabilidad. Dijo Gayo: Semper in dubiis benigniora praeferenda sunt. En caso de duda debe aplicarse el criterio más favorable al acusado. En esos términos sólo por esta vez lo beneficiará la clemencia del tribunal. Queda libre, pero si reincide haré caer sobre usted todo el peso de la ley. Da mihi factum, dabo tibi jus. Dame el hecho; te daré el Derecho". El ladrón se fue dando profusamente las gracias a su señoría. Llamó el juez al siguiente indiciado. Le dijo: "Se le acusa de haber robado 500 millones de pesos". Clamó el tipo: "¡Compadézcase de mí, señor juez! ¡También yo robé por hambre!". El productor de cine llamó a la aspirante a estrella: "Tengo un papel muy bueno para ti. Vayamos a mi departamento. Ahí te leeré el script". Replicó la muchacha, suspicaz: "No acostumbro ir al departamento de los productores". "Qué lástima -dijo entonces el productor-. Ahora que lo pienso, eres demasiado alta para ese papel". Al pobre de Augurio Malsinado lo persigue de continuo un hado adverso. Fue a una casa de mala nota y contrató a una de las mujeres que ahí prestaban sus servicios. Ella le pidió el pago por adelantado. Luego, ya en el cuarto, le dijo: "Lo siento. Hoy no. Me duele la cabeza". El tren iba a su máxima velocidad y entró en un túnel. Babalucas exclamó con alivio: "¡Qué bueno que el maquinista le atinó al agujero, si no qué chinga nos hubiéramos puesto!". FIN.

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