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Sueños anónimos, canciones virales

La banda moldava que ha conquistado Rumania

Sueños anónimos, canciones virales

Sueños anónimos, canciones virales

Saúl Rodríguez

Ocultan sus rostros con máscaras de maquillaje, viven tras un solo pseudónimo y a veces se definen simplemente como seres. Es el fenómeno de la banda moldava Carla’s Dreams, un concepto creado a partir del anonimato y novelas de la Guerra Fría.

En 1974, John le Carré, el mítico escritor británico del género de espionaje, publicó El Topo, novela que gira en torno a la existencia de un traidor al interior de los servicios de inteligencia de Reino Unido. Este libro fue el inicio de una saga conocida como Trilogía Karla, completada con El honorable colegial (1977) y La gente de Smiley (1980).

Le Carré ambientó varias de sus obras emblemáticas en el escenario de la Guerra Fría sostenida por varias décadas entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Hizo del espionaje su principal faro literario. Diseñó a dos personajes antagonistas y los enfrentó: el espía inglés George Smiley y su homólogo ruso Karla, representantes del MI6 (los servicios secretos para el exterior) británico y de la K.G.B. soviética de forma respectiva.

En las novelas no se revela la verdadera identidad del cerebro que, muy al oriente del muro de Berlín, consigue poner en jaque a ingleses y estadounidenses. El personaje adopta un nombre en clave extraído de la primera red de espías que reclutó, cuando ingresó a la España franquista durante la Guerra Civil. El grupo de informantes se hacía llamar “Karla”.

Este brillante “villano” marca su existencia desde la inexistencia, esconde su origen, reencarna en un sujeto que interacciona con la realidad dentro de una casa se espejos y muestra un fuerte compromiso con su única actividad (el espionaje).

El anonimato es un tema que el filósofo Maurice Merleau-Ponty abordó en su teoría existencial, dentro de su obra Fenomenología de la percepción. El pensador francés hace de la experiencia de la vida anónima la condición de la existencia como ser en el mundo. El anonimato no es una circunstancia del sujeto sino una dimensión que permite configurar la subjetividad. Según Merleau-Ponty, lo anónimo no puede ser pensado como algo singular, individual, porque interacciona en una realidad común, en las implicaciones de compartir un mundo.

Los terrenos artísticos y el ser anónimo tienen una larga historia de coincidencias. Ejemplo reciente de un artista que no da la cara para salvaguardar su expresión es Banksy, eminente figura del arte urbano. Ni se tiene una fotografía de su rostro ni se sabe cuál es su verdadero nombre. Preservar la incógnita es parte de su performance, la obra sobresale más que la imagen física del autor.

Es una especie de espionaje mediante el arte. La misión es estar alerta, aprovechar la oportunidad de sembrar un mensaje y cuidarse las espaldas para evitar cualquier represalia de la autoridad. Así como hay quienes evitan exhibirse, también hay quienes salen a la vista pero se guardan tras máscaras (literalmente). En la música, por ejemplo, proyectos como el del productor de deep house Slow Magic o el del rapero MF Doom dan positivo a empleo de antifaces.

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Foto: iConcert.org

CARLA Y SU LETARGO

La visión merleaupontiana fue adopta por la banda musical Carla’s Dreams. Dicho nombre colectivo está inspirado en el antagonista de George Smiley. Es un proyecto que enarbola al anonimato como estandarte.

La agrupación nació a principios de 2012, dentro de la República de Moldavia. Su propuesta sonora engloba varios géneros: jazz, pop, rock, hasta hip hop. En general puede afirmarse que hacen música urbana contemporánea.

Sus integrantes saltan al escenario y acuden a las entrevistas con capuchas, máscaras de maquillaje y gafas de sol, también aparecen con su anatomía bien cubierta. La ideología anónima los ha convertido en toda una novedad en las redes sociales.

El vocalista del grupo ha declarado que sus máscaras son cómicas y más sinceras que las máscaras emocionales utilizadas por los humanos para ocultar sus verdaderas personalidades. Las usan porque no se consideran fanáticos de la vida pública. Les es más fácil hablar enmascarados, pero no se privan de su responsabilidad como artistas. Son famosos desconocidos.

“El sueño de Carla es un letargo incesante y temerario. Carla bebe de manera irresponsable y rara vez recuerda los sueños”, indica su vocalista en una entrevista concedida a Viva!, una revista rumana.

Sus canciones evocan realidades de la vida cotidiana en tres idiomas: rumano, ruso e inglés. Tratan temas controvertidos, obscenos, relacionados en la mayor parte de los casos con el desamor. En ocasiones la figura de la mujer se adueña de sus piezas. En su percepción, la fémina perfecta no existe.

Otras melodías, como Beretta o Te rog, versan sobre el suicidio vinculado a conflictos de pareja. No obstante, la audiencia las ha recibido como meras piezas románticas.

Su inventiva se alimenta de influencias clásicas como las de Chopin o Brahms. Se inspiran en lo que ven, en lo tangible, o bien en nociones abstractas. Según su vocalista, la música nunca ha sido el objetivo de sus vidas. Aunque acepta que los resultados obtenidos con el proyecto han sido “maravillosos”, matiza que “la definición de felicidad cambia con la edad y especialmente con la experiencia”.

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Foto: Bereczky Sándor

VIRALES

La nueva oleada de música urbana está forjando identidad en los jóvenes del Viejo Continente. Los posmodernos modos de relacionarse reducen, Internet mediante, los intersticios entre público y artista. Hay diálogo a través de las plataformas digitales. Propuestas y temáticas artísticas rompen con la tradición romántica acorde a la cual el autor es inmortalizado a través de su representación física. Surgen personajes con peculiares tipos de performance, los creadores separan su ser del espectáculo, se entregan pero sin darse a conocer.

El primer álbum de Carla’s Dreams, Hobson’s Choice, se convirtió en todo un fenómeno del ciberespacio europeo. Poseen más de un millón de suscriptores y un copioso flujo de reproducciones en YouTube. En Instagram y Facebook rondan el medio millón de seguidores.

A la hora de colaborar con algún artista, y fieles a su andar anónimo, se preocupan más por las canciones que por los nombres de quienes habrán de acompañarlos en la grabación. El idioma tampoco es problema, la única condición es que la letra exprese la realidad.

Su fama los ha llevado a conquistar escenarios importantes del este europeo. Darán un magno concierto en el Arnele Romane de la capital rumana el próximo 5 de mayo. En diciembre pasado estrenaron una colaboración con la banda Blacklista, el sencillo Tequila, que ya está cerca de las 13 millones de reproducciones.

Medios de comunicación rumanos han especulado que el vocalista de la banda es el artista moldavo Roman Burlaca, originario de Chisináu, ciudad en la que también nació Carla’s Dreams. Sin embargo, no es sino una teoría a la que el propio Burlaca ha contribuido declarando en más de una ocasión que estuvo involucrado en el proyecto como director de los videoclips.

En el canal oficial de estos sueños extraídos de un enemigo de Occidente, el podio de sus canciones con más reproducciones tiene en la cima a Sub piele mea (más de 71 millones), seguido por Imperfect (66.5 millones) y Acele (56.3 millones). Los comentarios de sus vídeos son un collage de idiomas. Nada mal para unos nostálgicos de esas casas de espejos que suelen ser las novelas de espionaje; nada mal para unos músicos que, además de desconocidos, jamás dan la cara.

Twitter: @BeatsoulRdz

Escrito en: máscaras, banda, canciones, anonimato

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