El presidente de Estados Unidos Donald Trump ha comenzado a sufrir en su propio partido, el Republicano, los estragos políticos de su decisión de aplicar aranceles a las importaciones de acero y aluminio que anuncian el inicio de una guerra comercial.
El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, exigió ayer al presidente a cancelar su plan de imponer aranceles del 25% al acero y 10% al aluminio.
"Estamos extremadamente preocupado sobre las consecuencias de una guerra comercial y estamos instando a la Casa Blanca a no continuar con su plan", señaló en una declaración Ashlee Strong, la portavoz del líder cameral.
Esta postura significa una rebelión dentro del partido del presidente Trump, quien ayer ha comenzado a bajar el tono a sus desafiantes declaraciones de la semana pasada.
"No creo que vayamos a tener una guerra comercial", aseguró el mandatario a reporteros, desestimando la mayoría de los análisis y aún la postura expresada por varios países, incluyendo los de la Unión Europea (UE), sobre una eventual acción retaliatoria si el jefe de la Casa Blanca cumple la amenaza.
Esta declaración significa un viraje a la posición asumida por el presidente el viernes pasado cuando dijo que "las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar".
Trump también condicionó eliminar los aranceles a México y Canadá a la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Dijo que de no obtener un buen acuerdo, Estados Unidos dejará el tratado, pero que si el resultado es justo, "eso podría ser, imagino, uno de los puntos que negociaríamos, tarifas sobre el acero para Canadá y para México".