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Acabar con los robos

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LUIS LOZANO

El robo es un delito que, desgraciadamente, coexiste con prácticamente todas las sociedades del mundo. Pero eso no quiere decir que sea normal, por lo que aún y cuando el número de casos sea mínimo, autoridad y gobernantes, deben establecer mecanismos conjuntos con la idea de abatirlo, para que este se reduzca en lo máximo posible.

En el caso de Durango, es hoy una problemática que agobia, dada su alta incidencia en relación a un pasado no tan lejano, en el que si bien también ocurría, no era tan abundante.

Para poner en contexto la problemática, viajemos al año 1997, primer periodo temporal en el que las autoridades nacionales establecieron un control estadístico de los delitos del fuero común.

Las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, indican que aquellos 12 meses terminaron con 8,837 carpetas de investigación por delitos ocurridos en Durango. De ese total, 2,068 -equivalentes al 23.4 por ciento, fueron robos.

La aritmética indica que, en promedio, ocurrieron cada 254 minutos.

Al paso de dos décadas, los números se elevaron significativamente.

En 2017, Durango fue escenario de 34 mil 851 delitos registrados ministerialmente, 11 mil 157 de los cuales fueron robos. Estos últimos equivalen, , ahora, al 32 por ciento de los casos; es decir, mientras que en 1997 los robos representaban la cuarta parte de los delitos denunciados en la entidad, ahora son la tercera parte.

Además, ahora los robos ocurren cada 47 minutos. El robo, de 1997 a 2017, aumentó 439 por ciento. La población, por otra parte, solo creció 22 por ciento, pues mientras que hace dos décadas había 1 millón 466 mil 673 habitantes, la estimación para el año pasado era de 1 millón 799 mil 320.

En resumidas palabras, el aumento de robo, en relación al crecimiento poblacional, es desproporcionado.

Respecto al número de policías, no existe una estadística clara respecto al ritmo estatal de crecimiento en el periodo citado, pero es un hecho que no aumentó más de 439 por ciento, como sí sucedió con los atracos.

La culpa, pues, no es toda de la policía. Sin embargo, a ellos se les carga -masivamente- la responsabilidad de omisiones que todos, autoridades incluidas (entendido el término como el conjunto de entes gubernamentales) estamos cometiendo.

Volvamos a las estadísticas: las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, indican que 4,255 de los poco más de 11 mil robos (que representan el 38 por ciento), son robos interpretados como "por descuido". Es decir, aquellos en los que el propietario de un bien de fácil sustracción, lo deja a la mano de un eventual ladrón. Hace 20 años, representaban solo el 28 por ciento.

Si bien los robos (insistimos) no tendrían por qué ocurrir en condiciones ideales, con acciones preventivas, esos más de 4 mil casos pudieron evitarse el año pasado.

En el caso del robo a casa habitación, los agentes que intervienen en la investigación de casos, coinciden en que las casas victimizadas (3,309 el año pasado) mostraban algún tipo de vulnerabilidad, que va desde las chapas o protecciones de mala calidad, hasta el abandono prolongado del domicilio en vecindarios sin interacción o poca interacción entre vecinos.

Aunque no es un factor cuantitativo, coinciden los especialistas en que "encargar" la casa con un vecino, hubiese reducido significativamente el riesgo de atraco. Sin embargo, estamos en un momento en el que cada vez menos ciudadanos conocen a quien habita en la casa de al lado o enfrente.

Y ahí entramos a otra necesidad: la de la reintegración de la sociedad como una masa que coexiste con los demás, y no absolutamente independiente al resto.

Entonces, ¿qué hacer para evitar convertirse en víctima de robo? Aquí algunos consejos, captados de expertos en la materia, en orden de importancia de acuerdo al criterio propio:

1. Establezca un mecanismo de observación constante al bien en cuestión: el más barato, es encargar la casa al vecino o el automóvil al lavacoches, por citar un ejemplo. Esto implica la disposición para hacer lo propio en el caso de que esté en posibilidad de cumplir con el favor.

2. Conozca a sus vecinos e intercambie números telefónicos: muchos robos a casa habitación consumados, fueron percibidos -en menor o mayor grado- por alguien que habita el entorno, pero que al no tener forma de contactar a la víctima, no consultó sobre lo bueno o malo de alguna actividad diferente a la habitual.

3. Esfuércese por romper con rutinas y darle a su casa vida en distintos momentos del día, y no solo por la mañana y las noches. Aunque le resulte impráctico, vaya de vez en cuando a comer a su casa en lugar de a la fonda; y si vive con alguien, acuerde con él/ella, visitas al domicilio a destiempo. Las casas son, habitualmente, elegidas en base a un ejercicio de observación del ladrón.

4. Invierta en seguridad física: existen chapas que, por un par de cientos de pesos más, representan la diferencia entre el abrir y no una puerta para un ladrón. No hay imposibles para ellos, pero complicarles el trabajo, puede incidir para que no lo completen; reforzar protecciones y bardas, también tendría que ser una obligación. Privilegie lo seguro antes que lo estético.

5. Invierta en un mecanismo de videovigilancia, que en lo general, incluye ya mecanismos de alerta a una central de alarmas o al propio usuario.

Como puede apreciarse en las líneas, las medidas más importantes entre las sugeridas, no implican gasto económico mayor. Sin embargo, la mayoría nos mantenemos ajenos a ellas. El "a mí no me pasará", en materia de robo, es una afirmación muy utópica. A menos que tome acción.

La autoridad, seguramente, tiene bien evaluadas su deficiencias y omisiones en un entorno socioeconómico en el que algunos miembros de la sociedad encontraron en el delito su ruta de escape o porvenir. Ellos tienen la obligación de algo hacer.

Hagamos, por nuestra parte, lo que nos toca. Los riesgos se pueden reducir.

Escrito en: a simple vista robos, casa, delitos, caso

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