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No más ataques

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LUIS LOZANO

Quienes fuimos alguna vez víctimas de amenazas y otro tipo de ataques no físicos, tenemos claro que no es cualquier cosa.

Cuando pasa, se remite uno a ciertas máximas, como el comunsísimo lugar convertido en refrán: "Perro que ladra, no muerde". Pero pasa uno del alivio que pretende esa frase, a la preocupación de la ligera (o no tanto) posibilidad de que quien lanza la advertencia, sí tenga una intención real de dañar.

Con las ofensas pasa igual: aun la más segura de las figuras públicas, ve mermada su estabilidad cuando sabe que alguien no solo no comulga con sus ideas, sino que está dispuesta a llevar sus expresiones al extremo más negativo, para restarle energía y, si es posible, contagiar a otros de animadversión.

Se de difamación se trata, esta marca una huella que llega a ser profunda, pues resuena no solo en la víctima, sino en sus familias, no siempre preparadas para enfrentar las dificultades que el volverse un ciudadano expuesto constantemente representa.

No por nada, esas tres formas de arenga dañina, están ya clasificadas como delito. Sin embargo tal etiqueta aún no sirve para inhibir a plenitud su incidencia, algo que se acentúa en los procesos electorales.

El proceso 2018 ya da testimonio de cuando menos dos casos.

En días recientes, tanto la candidata al Distrito 01 por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), Daniela Soto Hernández, como la abanderada del conjunto PAN-PRD-PD por el distrito 04, Verónica Terrones Romero, recibieron -desde el anonimato- afrentas que buscan desestabilizar su trabajo electoral. Y quizá algo más.

El que esto escribe, no sobra decir, tiene la fortuna de conocer a ambas candidatas más allá del quehacer profesional.

Conocí a Verónica hace 11 años, cuando en 2007 recibí la oportunidad de iniciar de tiempo completo en el periodismo, dentro del sistema de medios de la Universidad Autónoma de Durango. Sin embargo, la relación de amistad se solidificó hace un lustro, cuando me integré a su mismo equipo de trabajo, en Canal 10.

Y es que permitió a un servidor librar la barrera del compañerismo laboral, dejándome entrar a su círculo de amigos. En ese tiempo supe de muchas cosas, incluida su trayectoria como madre. Y quizá en estas líneas peque de imprudente.

Sé, por ejemplo, de los enormes obstáculos que en ciertos planos, incluida una condición médica muy específica, tuvo que superar para echar a andar esa vocación, la de procrear. Es tan madre como cualquier otra, pero -no me dejará mentir quien haya vivido lo que ella- cada centímetro que los hijos crecen, resulta doblemente satisfactorio.

Por eso no solo es injusto, sino de infrahumano, tomar tal circunstancia de vida como motivo de ataque, mismo que, por cierto, pesa en el entorno completo de alguien tan querido como Terrones.

En el caso de Daniela Soto, conozco a todo su núcleo familiar: su mamá, Celia; su hermana, Helena; sus hermanos, Iván y Héctor; y su hijo, Fernando. Sé de las inclinaciones políticas y laborales de cada uno, en momentos equidistantes entre sí. Pero también conozco los valores con los que todos ellos fueron formados.

Las calumnias hacia ella, tomaron primero el camino de lo risible, dada la calidad moral reconocida en el ámbito político local, incuestionable, y lo ridículo de las composiciones que en redes sociales se formaron para atacarle.

Sin embargo, una vez que atravesaron el umbral de su andar público-político, para introducirse en su entorno familiar, mostraron una intención real no solo de incidir en su camino electoral, sino que se enfilaron a la pretensión de dejar una huella negativa en su carrera profesional. Se fueron contra ella, contra su familia, contra su hijo.

Por eso es plausible la denuncia que, hace un par de días, interpuso ya ante el agente del Ministerio Público, pues como referimos líneas atrás, lo ocurrido es un delito.

Conozco a Verónica y Daniela, y me queda claro que la embestida iniciada en contra de ambas no mermará su auténtico compromiso con su vocación de servir; sin embargo, el respirar político se vuelve muy amargo, al analizar la reacción del circulo electoral que les rodea, principalmente el masculino.

Y es que la mayoría de los compañeros de una y otra hicieron mutis ante una circunstancia de la que todos deberían estar hablando; no se expresaron ni para respaldar a su compañera, ni para dar una muestra de respeto a su rival. Como si no les importara; como si lo ocurrido, les hiciera a ellos un bien.

A las campañas les quedan prácticamente 40 días, y a través de la guerra sucia, veremos más víctimas.

Sin embargo, vale la pena que todos nos volvamos críticos de los ataques; que los reprobemos públicamente; y que convirtamos a quienes los emiten, en sujetos no dignos de atención.

No comparta contenidos de personas no identificadas; no haga eco a los llamados "troles"; bloquee cuentas; denuncie perfiles falsos. Todos podemos hacer algo para acabar con un problema que va más allá de la lucha política: hay que cuidar la integridad humana y social, nuestra, de quienes queremos. Es cosa de todos.

Escrito en: a simple vista embargo,, sino, solo, Verónica

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