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Acoso implacable

Archivo Adjunto

LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK.

La persecución desatada por el gobierno de Enrique Peña Nieto en contra de Ricardo Anaya, para descarrilar su carrera hacia la Presidencia de la República, llega al absurdo y lejos de doblegarlo, fortalece la posición de la Alianza por México al Frente.

Como es del conocimiento del público, el martes de la semana pasada Ricardo Anaya fue ovacionado en la Universidad Iberoameriana, Plantel Ciudad de México, al ser percibido como alternativa de cambio positivo en nuestro país, una vez que en el evento reiteró su compromiso de llevar ante la justicia los casos de corrupción ocurridos en este sexenio, incluidos los que involucran en forma directa al propio Peña Nieto.

No quiere decir que los votos de los estudiantes y profesores de la Ibero sean suficientes para que Anaya resulte electo el próximo primero de julio, o que esa universidad sea superior a otras instituciones educativas, públicas o privadas, que existen en nuestro país sin embargo, el prestigio que se ha ganado la Universidad Iberoamericana, como espacio en el que la búsqueda de la verdad conduce a la libertad, con los riesgos que ello implica, hace que el ejemplo y la inspiración de lo acontecido, cunda entre la juventud mexicana y en la sociedad en su conjunto.

Lo ocurrido en la Ibero puso banderillas de fuego en el morrillo del sistema priista, que ha preferido degradarse hasta el extremo de hacer alianza con el Partido Morena, con tal de preservar el Pacto de Impunidad, que López Obrador se ha comprometido a sostener, ofreciendo amnistía a la delincuencia organizada de dentro y fuera de la estructura del gobierno.

El pretexto para acusar a Ricardo Anaya por el delito de lavado de dinero, es el tema de la nave industrial, que de ser un cartucho quemado al inicio de las campañas, está siendo reciclado como si no hubiera quedado claro que es la Procuraduría General de la República la que está obligada a probar el delito que le atribuye al candidato, y no el acusado quién debe acreditar su inocencia. En esta segunda puesta en escena del mismo teatro, aparece como actor invitado Ernesto Cordero, en un papel lamentable que tiene por objeto hacer creer que la acusación está sostenida por factores distintos al PRI, en un vano intento de ocultar que la embestida viene directamente de Los Pinos.

Una vez más, cada mujer y cada hombre libre de este país se ponen en los zapatos de Anaya, en la disidencia frente al poder público, y el #yosoy132 que hace seis años hizo que Peña Nieto se escondiera en el baño de la Ibero, se convierte en #yosoyanaya en la elección actual.

El hecho de que el Presidente del Senado de la República se preste a semejante vileza, denigra a la institución que representa y con mayor razón, porque la intervención de Cordero en el asunto ni siquiera corresponde a las altas funciones que por mandato constitucional le son propias, sino que opera como mandadero en un episodio vulgar, uno de tantos, en la guerra sucia en contra del único de los candidatos que en esta contienda, representa una posibilidad de cambio de cara al futuro.

La presente colaboración fue mandada al editor antes de la celebración del último del debate entre los candidatos, que tuvo lugar el día de ayer en la ciudad de Mérida sin embargo, resultó previsible suponer que el evento estaría manchado con la guerra de lodo en contra de Anaya. Lo expuesto pone de manifiesto el empeño obsesivo de Peña Nieto por mantener las manos sucias de su gobierno y del PRI dentro del proceso eleccionario, con el ánimo de reducirlo a una elección de estado, usurpando un espacio que por naturaleza, pertenece a la soberanía ciudadana.

Escrito en: Archivo Adjunto Peña, Anaya, Nieto, Ricardo

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