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Lo que la elección me enseñó

PATRICIO DE LA FUENTE

PATRICIO DE LA FUENTE
"La victoria y el fracaso son dos impostores, y hay que recibirlos con idéntica serenidad y con saludable punto de desdén". — Kipling

1. La certidumbre de ninguno de los tres candidatos a la Presidencia de la República representó en sí los mares de la virtud o el templo de las desgracias, pero que había que pronunciarse por un proyecto y apoyarlo sin reservas. Eso hice, como millones, pues nunca fui afecto a la tibieza y las medias tintas y menos en el México actual: convulso, roto y agraviado por una clase política que no supo entender su responsabilidad histórica y la enormidad de los problemas que enfrentamos.

2. Madurez para afrontar que a nivel presidencial nuestro proyecto no salió venturoso, pero que a Andrés Manuel López Obrador le deseo el mayor de los éxitos bajo la premisa de que si a nuestro presidente le va bien, también le irá bien a México. Durante veinte años he sido crítico de su persona y mucho de lo que representa pero jamás le escatimaré que es un soñador y quiere lo mejor para su país. Por ello, vayan desde aquí mis deseos de buenaventura.

3. En tanto, como ciudadano, periodista y participante en política activa, habré de permanecer vigilante y crítico cuando algo no me parezca. No podemos ni debemos, en ningún momento, regresar a los viejos esquemas de culto a la personalidad pues ello significaría abrazar uno de los legados más funestos que nos dejó el casi extinto PRI. Sencillamente no estoy dispuesto a hacerlo y espero, querido lector, que tú tampoco. Además, cualquier democracia que se respete precisa de equilibrios y contrapesos.

4. Percibir el cansancio y hartazgo colectivo. Un proceso electoral de más de nueve meses de duración implica, además de los costos económicos, un desgaste innecesario tanto para los ciudadanos, el árbitro electoral como los propios participantes. Estoy convencido de que nuestra apuesta por la democracia es plausible, pero cierto de que las circunstancias nos obligan a hacerla menos costosa, más eficiente y de toda suerte amigable para que en los procesos venideros participe el mayor número de personas.

5. Que los spots (tiempos oficiales en radio y televisión) más que abonar al debate de las ideas y al contraste de posiciones, terminaron por aturdir a las audiencias. Salvadas sus honrosas excepciones, resultó lastimoso escucharlos. En tanto y con sus imperfecciones, los debates sirvieron de mucho e interesaron a distintos grupos. Reconozco el esfuerzo por explorar distintos formatos menos acartonados y acordes a los nuevos tiempos, y el haber logrado hacer sinergia con las redes sociales, hoy necesarias e indispensables en el quehacer cotidiano.

6. Advertir que en todos los partidos, trincheras y expresiones existen actores que dignifican el quehacer político y guardan genuinos deseos de reinventar al país, al tiempo que otros espacios son ocupados por una serie de impresentables que degradan a la política como el arte de lo posible. Lo mismo pienso de los ciudadanos, aquellos que no sin sobresaltos y piedras en el camino, hoy entienden que México es una responsabilidad colectiva, permanente e irrenunciable. La lucha de cada uno de ellos no obstante donde se encuentren, no comienza y termina en una elección. Apostémosle a seguir construyendo ciudadanía y a participar con el ejemplo.

7. Supe que en México contamos con extraordinarios periodistas, y hoy me siento orgulloso de mi gremio. En el maremágnum de noticias falsas, esfuerzos como VERIFICADO arrojaron luz y verdad en medio de tiempos complicados. Por otra parte, me avergüenza el ejercicio de nado sincronizado en el que participaron diversos medios y comunicadores afectos a las componendas del poder, esos que no entienden que la misión de un periodista, además de la búsqueda de la verdad, es ser contrapeso del poder político y llamarlo a cuentas cuando se precise.

8. Reiteré la pequeñez de quienes nos mal gobiernan y que por fortuna están casi fuera de Los Pinos. Lograron algunas cosas buenas pero en su mediocridad y torpeza, sus errores se magnificaron. Sé que la historia se escribe a largo plazo pero estoy seguro que el grupúsculo que desde Toluca asaltó el poder, será recordado como la generación de gobernantes más voraz, ambiciosa y rapaz de nuestra historia. Además, en vez de dar cauce a un proceso electoral verdaderamente democrático, emplearon a las instituciones del Estado en aras de destruir a sus enemigos políticos. Ironías de la vida, en el proceso se destruyeron a ellos mismos. Lo que más ansiaron, el poder, se les comienza a escapar a borbotones. El eclipse es total y lo que viene, el despertar del primero de diciembre, les será brutal, catastrófico e implacable. Se lo tienen muy bien merecido.

9. Falta espacio, pero algún día habré de narrar lo que a profundidad viví. Me quedo con una de las experiencias más gratificantes de mi vida. Hoy soy capaz de decirle a las generaciones venideras que la nuestra fracasó una y mil veces, que triunfó y también murió en la raya, pero que jamás cesó en su intento por defender todo aquello que creímos como bueno, como noble, como justo. Espero, al término del camino, poder legarle a mis hijos un entorno más equitativo, un país más armonioso y la certeza de que nunca, no obstante los vientos, debemos dejar de alzar la voz.

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