Durango

Un nuevo gobernante

Jaque Mate

Un nuevo gobernante

Un nuevo gobernante

Son los mismos que han acusado a los anteriores de ser la mafia del poder. Hoy tendrán que demostrar que son distintos y realmente mejores.

La democracia es una forma de decidir quién nos va a gobernar. Desde tiempo inmemorial hubo disputas acerca de sus virtudes y desventajas. Platón afirmaba que este sistema se convertía necesariamente en el reino de la demagogia y acusaba que los políticos de su tiempo eran “ociosos, cobardes, parlanchines y amantes del dinero”. Por eso planteaba que lo ideal sería construir un gobierno de filósofos. “Mientras no reinen los filósofos en las ciudades –escribía—no habrá tregua para las ciudades ni tampoco, a mi parecer, para los hombres.”

Sin duda lo ideal sería tener filósofos, hombres y mujeres de bien, conocedores de las normas de la ley y de la ética, en los cargos de decisión de un país. Pero el problema de fondo no desaparece. ¿Quién va a decidir quién es el individuo suficientemente sabio para gobernar? Por eso la democracia, con todos sus defectos, es indispensable. Hasta el filósofo debe ser electo de manera justa y transparente.

Las características que se necesitan para buscar un cargo de elección popular son, sin embargo, muy distintas a las que se requieren para ejercer el gobierno. Un candidato debe ser audaz, crítico o incluso hiriente ante sus enemigos, debe ofrecer promesas que lleven a soñar nuevas realidades. Un mandatario, en cambio, debe ser realista, respetuoso de las oposiciones, dispuesto a escuchar puntos de vista distintos y magnánimo.

México ha elegido no sólo a un nuevo presidente sino a un nuevo grupo de políticos para ocupar los cargos gubernamentales. Son los mismos que han acusado a los anteriores de ser la mafia del poder. Hoy tendrán que demostrar que son distintos y realmente mejores. Es un cambio importante, pero el margen de la victoria en la elección no deja resquicio de duda. El pueblo mexicano quiso ese cambio.

El gran reto para López Obrador será cumplir las promesas de campaña factibles de concretarse sin destrozar una economía que se ha mantenido razonablemente estable en los últimos años y sin violar los derechos de los ciudadanos. El nuevo gobernante no podrá ya descalificar a sus rivales como lo ha hecho tantas veces en sus años en la oposición. Tendrá que respetar los puntos de vista de quienes representen posturas contrarias, como los suyos fueron respetados cuando hizo campaña durante 12 años hasta alcanzar la Presidencia de la República.

Sus contrapartes también tendrán que darle una oportunidad de trabajar. La labor de una oposición inteligente, responsable, será señalarle al nuevo mandatario los errores que pueda cometer, pero también reconocer sus aciertos. Al país le conviene tener a un presidente al que le vaya bien, pero también disidentes responsables que se conviertan en una voz crítica.

López Obrador empezará su mandato con el mayor número de votos registrado por un titular del Ejecutivo en la historia del país y el mayor margen de victoria desde 1982. Él dice que encabezará una cuarta transformación del país, después de las realizadas por Hidalgo, Juárez y Madero. Quizá sea una actitud demasiado ambiciosa. Mejor sería que fuera un poco más modesto y prometiera solamente avanzar cada día para mejorar el país. Las transformaciones grandilocuentes suelen terminar en tragedias.

Pronto López Obrador se dará cuenta que es más difícil gobernar que hacer campaña. Está bien. Es un aprendizaje que tienen todos los mandatarios. Lo importante ahora será que gobierne con honestidad, pero que lo haga también con eficacia.

CONTACTO: @SergioSarmiento

Escrito en: nuevo, debe, será, Obrador

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