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De Política Y Cosas Peores

CATÓN

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Simpliciano, ingenuo doncel sin ciencia de la vida, casó con Pirulina, muchacha sabidora. Ella no deseaba embarazarse pronto, de modo que llevó consigo una caja de condones y al empezar la noche de bodas se los dio a su maridito. Simpliciano, feliz de la vida, procedió a inflarlos como globos y a jugar con ellos saltando por toda la habitación. Pirulina meneó la cabeza y comentó: "Bien me dijo tu mamá, que nunca dejarías de ser niño". Un tipo le preguntó a otro: "¿Vas a viajar en las vacaciones de Navidad?". Respondió el otro, mohíno: "No tengo para quedarme en mi casa, menos voy a tener para viajar". Doña Cacariola cambiaba confidencias con su mejor amiga. Quiso saber ésta: "¿Cómo es tu marido en la cuestión del sexo?". Respondió doña Cacariola: "Como los meteorólogos, que se la pasan hablando del clima pero no pueden hacer nada acerca de él". Los recién casados llegaron de su luna de miel y ocuparon el departamento donde vivirían. Ella tomó de la mano a su flamante esposo y lo llevó a la sala, luego a la cocina y finalmente a la recámara. A continuación le dijo: "De esas tres habitaciones escoge una, solamente una, donde quieres que yo sea buena". Don Poseidón viajó a la gran ciudad. Tan pronto bajó del autobús se le acercó una muchacha de tacón dorado y le ofreció sus servicios. Le preguntó el a cuánto ascendía el monto de sus honorarios, y la sexoservidora se lo dijo. "Es demasiado -rechazó don Poseidón-. En mi pueblo puedo conseguirme una muchacha por un par de medias". La otra se atufó: "¿Y entonces a qué diablos viene usted a la ciudad?". Contestó don Poseidón: "A comprar medias". Pepito, niño de tres años, dio en la manía de chuparse el dedito pulgar. Su mamá lo amonestó: "Si te chupas el dedo te va a crecer la panza como si te la hubieras inflado". Días después llegó una tía a visitar a los papás del niño. La joven señora estaba enferma de gustos pasados, es decir embarazada. La vio Pepito y le dijo con tono de reproche: "Ya sé lo que hiciste para tener así la panza". La esposa de Babalucas entró en el baño y vio la cosa más rara que imaginar se pueda: su marido estaba bajo la ducha cubriéndose del agua con un paraguas. "¿Por qué haces eso?" .le preguntó asombrada. Explicó Babalucas: "Es que no hay toalla". Doña Macalota y su esposo don Chinguetas caminaban por la orilla de un caudaloso río. Aventuró ella: "Si me cayera al río ¿te arrojarías a él para salvarme?". Don Chinguetas inquirió a su vez: "Si te dijera que sí ¿te echarías al río?". Pancho el mexicano trabajaba en un rancho de Texas. Cada semana le daba unos dólares a su patrón, que era un buen hombre, para que le comprara un boleto de la lotería del Estado. Cierto día el billete resultó premiado con un millón de dólares. El norteamericano sabía que Pancho tenía débil el corazón, y temió darle la notica de repente, pues eso podía afectarlo. Así, decidió prepararlo antes de darle a buena nueva. Le preguntó como quien no quiere la cosa: "Pancho: si te ganaras en la lotería un millón de dólares ¿qué harías con el dinero?". Respondió el mexicano: "Le construiría a mi madrecita santa una casita en el pueblito donde vive en México; le compraría unas tierritas a mi pobre viejo, y el resto lo depositaría en el banco para la educación de mis hijos y para la vejez de mi querida esposa". El mister, conmovido, procedió entonces a darle la noticia: "Pues alégrate. Ganaste un millón de dólares en la lotería". "¡Aijajajá! -lanzó Pancho un grito de borracho-. ¡Agárrense, cantineros, viejas y casineros de Las Vegas, que a'í les va su mero padre pa' enseñarles cómo se gasta el dinero un mexicano!". FIN.

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