Kiosko

Más cerca de Dios

LETRAS DURANGUEÑAS

Más cerca de Dios

Más cerca de Dios

EL SIGLO DE DURANGO

-¡Hola Adrián! Cómo has estado, he tratado de comunicarme contigo, pero creo que traías apagado tu teléfono, tengo un negocio en puerta y quiero planteártelo para ver qué te parece y me des la mano.

-Me da gusto que me hayas llamado, hacía tiempo que tenía la intención de ir a saludarte, y desde luego, ahora despiertas en mí la curiosidad de qué negocio se te ha ocurrido.

-Ya te contaré, tengo tiempo viviendo en la casa de campo que construí en la sierra.

¿Te acuerdas del Cerrito de la Cruz rodeado de abismos y con acceso por el camino de la mina La Prieta, el que conocimos cuando estabas trabajando el fundo de la Bufa? Pues junto a la gran Cruz construí una casa de campo bastante cómoda y bonita con ventanas de pared a pared con la vista al precipicio del rio de Basis, ya te imaginarás como se escucha la música que nos gusta, resonando en estos abismos, Beethoven, Brahms, Mozart y demás grandes compositores, El Mesías de Handel, una verdadera maravilla. Si vienes disfrutarás este placer como yo sé que te gusta y te sentirás más cerca de Dios.

-Te fuiste muy lejos, por lo menos son tres horas de camino y que camino, nada más pasar por el medio túnel del Frunce se me enchina el cuero, luego el faldeo por el lado norte del rio, con silencios (precipicios) sin medida es para sudar frío.

-Sabía que eso me ibas a decir, pero quise cumplirme el sueño de disfrutar esta impresionante soledad que es difícil encontrar en otra parte. Los sonidos que en ningún otro lugar es posible escuchar, sonidos verdaderamente puros, sin ninguna contaminación de ruidos, ni autos, ni claxon, ni las estridentes ambulancias, nada, aquí eso no existe, si vienes te maravillarás de lo que te estoy contando.

-¡Claro que voy a ir, Armando! Allá te caigo el próximo sábado.

Llegó el sábado, Adrián a las seis de la mañana ya estaba en rumbo de la sierra, a las nueve empezó a bajar por el camino que conduce a Sapiorís por el arroyo de la Oscuridad; Saludó a Don Juan Venegas en su huerta de duraznos los Altares y con precaución pasó el Frunce. Ya en San José de Basis llegó a almorzar con Doña Juana, ahí Don Florentino le comentó que los Gutiérrez habían cerrado el camino de la Bufa para hacer una reparación, no había paso para el Cerro de la Cruz, así que pensó Adrián subir al campamento de la mina, dejar la camioneta encargada con Remedios, el jefe de personal, y seguir a pie a la casa de su amigo. La miró fácil, del Puerto del Aire podía verse la casa de Armando y para no hacer rodeo pensó escalar la vertical escarpa.

Con la mochila en la espalda, Adrián empezó la caminata, el principio era fácil pero se quiso arrepentir al llegar al pie de la escarpa, su amigo lo esperaba, no podía defraudarlo y empezó la escala, él era experto en rapel. Con confianza en sí mismo trepó los primeros metros, a medida que subía se hacía más difícil, pasaron varia horas, sus doloridos músculos le molestaban, los dedos de las manos los sentía calientes, el corazón le latía aceleradamente, tenía que descansar, divisó más arriba un saliente de la roca y allá se dirigió, llegando a aquella repisa de la escarpa, sudoroso sacó su equipo de la mochila dispuesto a pasar la noche.

Una gran águila se le presentó y con estridentes chillidos amenazadores reclamaba el lugar, tuvo que defenderse de varias embestidas temiendo que el animal lo arrojara al abismo, sobreponiéndose a los ataques de la feroz ave pudo sostenerse en el saliente, llegó la noche y un tecolote orejudo lo arrulló con su monótono cuuu, cuuu.

Despertó temprano, el sol asomándose entre las alturas le acariciaba la cara iluminando con su luz toda la gran escarpa.

Entumecido, dolorido, con los dedos de las manos escaldados sacó de la mochila una torta de pierna que llevaba de lunch, desayunó y tomó la única coca que traía. En cuclillas, observando, se dio cuenta que tenía que seguir adelante, regresar sería imposible, el plano del río, calculó, que se encontraba a seiscientos metros, el murmullo del agua al transitar ente las grandes rocas, no llegaba hasta él.

Siguió su marcha, de nuevo con la gran experiencia que tenía en el rapel, escaló los primeros noventa metros. Al llegar a un borde de la escarpa se quedó sorprendido, el panorama que se presentaba a sus ojos era maravillosamente colorido, una hondonada profunda con paredes de franjas de distintos colores enquistada en la escarpa, iluminada por el sol, su pulida superficie como una porcelana, quedó extasiado contemplando aquella maravillosa obra de la naturaleza. Estaba seguro que nadie había visto aquel portento, pensó contárselo a Armando en cuanto llegara a su casa. Rodeando aquella belleza, emprendió de nuevo el camino, alejándose de la resbalosa pared siguió entre una gran roca… cada vez más alto, más alto, sentía que el avance era muy lento, lo que faltaba se le hizo interminable, sin amilanarse siguió escalando hasta llegar a un saliente. Pensó darse un descanso, de pie, muy seguro, le dieron ganas de desaguar la vejiga, apoyándose en la orilla de la roca se dejó libres las manos para poder hacerlo, iba a la mitad cuando el pie derecho le quedó en el vacío al romperse un pedazo de la piedra, desesperado pudo detenerse de la pared arañando la roca, quedando boca abajo miraba el fondo de aquel abismo, aterrorizado, sin dejar de orinar, los dedos se le resbalaban de aquella pared, sentía que la muerte estaba a un paso y con los ojos desorbitados miraba las rocas donde según él iría a caer más de setecientos metros abajo para dar el biznagazo.

-¡Adrián!, ¡Adrián! Despierta, despierta.

-¡Bendito Dios! Juana fuiste el ángel que me ha salvado de caer a ese abismo.

¿Cuál abismo?

DON RICARDO ANDRADE JUÁREZ (Escritor duranguense, recientemente fallecido)

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS gran, camino, aquella, pared

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Kiosko

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas