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¿Por qué los propósitos de año nuevo?

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¿Por qué los propósitos de año nuevo?

¿Por qué los propósitos de año nuevo?

IGNACIO ESPINOZA GODOY

Cada fin y principio de año, los seres humanos somos dados a fijarnos uno o más propósitos que, por lo menos desde su concepción, buscamos cumplir y convertir en una realidad durante los 365 o 366 días que marca el calendario; sin embargo -y todos lo sabemos- esos propósitos, casi siempre, por lo general, se convierten en una lista de buenos deseos que pocas veces se cristalizan en la práctica, por lo que tal vez lo mejor sería no hacer una larga relación que casi nunca se refleja en hechos tangibles.

Sin embargo, también pocas veces nos hemos puesto a reflexionar sobre el origen de esos propósitos de año nuevo, y así de pronto se me ocurre pensar que cada uno de esos objetivos que nos trazamos para llevar a cabo en esos 12 meses no es más que el anhelo de tener una meta que le dé sentido a nuestra existencia, porque si sólo vivimos el día a día, sin un plan para la semana entrante o para el próximo mes, sólo podría representar una situación de comodidad de la que no queremos salir porque tenemos todos esos satisfactores que, al menos para el momento, son suficientes para resolver nuestras necesidades de ese instante, así que para qué esforzarse y hacer un sacrificio que nos podría sacar de esa zona de confort.

De esta manera, al tener un propósito que nos mueva a conseguir aquello que en este momento no tenemos porque implica un trabajo cotidiano, un granito de arena que con el paso del tiempo se convierta en un montón de pequeños fragmentos, entonces podríamos crear algo que nuestra imaginación ideó para convertir en un objeto que antes de concebirlo en la mente sólo era algo intangible pero que no podíamos tocar sino hasta que pusimos manos a la obra para transformarlo en una realidad que nos satisface porque es producto de un esfuerzo de varios días, semanas y, tal vez, hasta meses o años.

Así sucede con cada plan que surge primero como un sueño, como cuando ahorramos para comprar un determinado artículo o, por lo menos, para completar un enganche o primer pago, como podría ser de un mueble o un automóvil que deseamos adquirir pero que con el dinero que tenemos guardado en el cochinito o en la cuenta bancaria no nos alcanza siquiera para ese primer pago que significa el primer paso para llevar a cabo ese propósito que no es posible consumar cuando su consecución es fruto de una serie de esfuerzos constantes.

Se trata de la perseverancia, de la constancia, de pequeños sacrificios que, unidos, dan paso a una meta que observamos con orgullo y satisfacción al constatar que somos capaces de conquistar una meta que en un inicio veíamos lejana, aunque con el paso del tiempo nos damos cuenta de que mediante ese esfuerzo permanente, a través de esa actitud del esfuerzo sostenido es posible alcanzar ese objetivo que, a veces sin compartirlo con los demás, es producto del tesón que le imprimimos a ese deseo que nos forjamos semanas o meses atrás.

Es entonces cuando meditamos en la importancia de fijarnos propósitos de corto, mediano y largo plazos, porque sólo de esta forma sabemos que podemos lograr todos esos objetivos que para muchos son difíciles de concretar debido a que no todos nos esforzamos ni mantenemos esa fuerza de voluntad bien enfocada en lo que aspiramos a llevar a cabo, así se trate de un objetivo pequeño pero que de cualquier manera su conquista implica esa actitud de constancia, perseverancia y de no ceder todos los días si queremos arribar lo más pronto posible a esa meta.

Por ello, amable lector, yo comparto ese ritual de los propósitos de año nuevo, siempre y cuando no se trate de convertir cada una de esas 12 uvas que engullimos en un objetivo que no siempre estamos dispuestos a cumplir, de ahí que lo más práctico es trazarnos una o dos metas alcanzables en esos 12 meses que tiene el calendario, aunque lo ideal siempre será tratar de lograrlos en el menor tiempo posible, pues recordemos que, como luego se dice, hay más tiempo que vida, con lo que nadie tiene asegurada la existencia para materializar esas pequeñas, medianas o grandes metas.

Démosle sentido a la vida con uno de esos propósitos, el que pensemos que nos va a costar más trabajo pero que valdrá la pena cuando lo observemos cristalizado en una palpable realidad que a título personal nos enorgullecerá y nos llenará también de satisfacción al experimentar esa sensación al saber que tenemos esa enorme fuerza de voluntad para alcanzar esa meta.

Ese objetivo, ese deseo, ese propósito que nos propongamos, acometámoslo con todas nuestras fuerzas, pues sólo a partir de ese sacrificio sabremos que la vida vale la pena vivirla si tenemos una meta por cumplir, por nosotros mismos y por los que nos rodean.

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