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CATÓN

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La vieja casona del Potrero de Ábrego es propiedad de sus fantasmas. Ellos la habitan. Son sus dueños. Nosotros llegamos ahí como invasores, y perturbamos culpablemente su sueño de siglos.

¿Qué fantasmas viven aquí? El de don Ignacio de la Peña, que luchó contra el francés. El de su primera esposa, Blanca, muerta a los 14 años de edad al dar a luz a su hijo, que murió también. Ahora la mujer niña se aparece llevando en brazos al pequeño. Lo muestra y dice entre sus lágrimas: "Yo no tuve la culpa". También vaga por los aposentos de la casa el espectro de la joven que perdió la razón cuando su novio huyó con otra mujer en la víspera de sus bodas. Yo no la he visto nunca, pero cuentan que lleva un puñal en la mano para matar a los amantes cuando los encuentre.

A estas sombras que por las noches salen de la sombra pertenecen los espacios que nosotros ocupamos. Sentimos su presencia. En la oscuridad oímos de repente algún quejido, una palabra que no entendemos, el leve roce de un vestido de mujer. Son ellos. Decimos una oración para pedir por sus almas. Ellos nos ven y dicen una oración para pedir por nuestras almas.

¡Hasta mañana!...

Escrito en: Mirador Ellos, mujer, pedir, oración

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