Editoriales

El periodismo frente a la crisis ambiental

Yo río libre

JULIO CÉSAR RAMÍREZ

Desde el periodismo no estamos haciendo lo suficiente ante la destrucción del planeta. Ese es el punto de partida. La conclusión es clara: Es hora de actuar.

Donde sea que miremos en el mundo hay señales del desastre ambiental, y advertencias de que el planeta se volverá cada vez más inhabitable si no hacemos cambios drásticos en nuestra forma de vida. Pero, ¿cómo comunicar eficazmente lo que está en juego?, ¿Cómo hacer que las empresas y los gobiernos rindan cuentas?, ¿Cómo interpretar y debatir los modelos alternativos de desarrollo? Es el contexto de preguntas que 25 medios de Latinoamérica se hacen para pronunciarse sobre el rol del periodismo frente a la crisis ambiental.

El periodismo no es oficio aislado a esta responsabilidad, afirman los medios aliados, que en México incluyen a la red de Periodistas de a Pie, además de los medios independientes Lado B, Trinchera, Raidali y Zona Docs.

"Los periodistas del continente tenemos un compromiso profundo para entender desde la ciencia que el planeta entero debe transitar hacia un modelo de crecimiento y desarrollo diferente. Es necesario interpelarnos y preguntarnos si realmente estamos haciendo lo suficiente.

"Como nunca antes en la historia contamos con las mejores herramientas para comunicar información a una escala global y a velocidades tan rápidas como la de un haz de luz. Llegó la hora de actuar. Y el periodismo debe ser capaz de hacer viajar a esa velocidad las soluciones y acciones que se necesitan para detener la catástrofe de la que ya estamos advertidos".

En la atmósfera hemos depositado millones de toneladas de CO2, bióxido de carbono que está generando un calentamiento de la temperatura promedio global y que podría superar el umbral de 2 grados a fines de este siglo.

En los océanos, ese exceso de dióxido de carbono incrementa la acidez de las aguas y destruye los arrecifes de coral, poniendo en riesgo su existencia. En esos mares, flota una isla de plástico tres veces el tamaño de Francia; y de ellos la industria pesquera extrae todos los días toneladas de especies marinas.

El impacto del hombre y la extracción de recursos continúa en tierra. A los bosques los estamos destruyendo a un ritmo que al hacerlo liberamos aún más CO2 a la atmósfera, alteramos los patrones de lluvias, reducimos la biodiversidad, acorralamos a pueblos indígenas que habitan esos territorios hace siglos. Y al mismo tiempo, borramos para siempre especies de plantas y animales que ni la ciencia ha tenido tiempo de observar y conocer.

En la Amazonía, mafias criminales envenenan con toneladas de mercurio los ríos para extraer el oro que termina alimentando las refinerías de Europa, Asia y Estados Unidos.

Nuestra especie destruye árboles y animales antes de que siquiera podamos descubrirlos y maravillarnos ante ellos. Los insectos, el principio de la cadena alimenticia de muchos seres vivos, están esfumándose con consecuencias aterradoras.

Según la Agencia Internacional de Energía, desde 1990 el uso de combustibles fósiles aumenta. Aunque la producción de petróleo creció a ritmo más lento entre 1997 y 2017, la producción de carbón se duplicó en el mismo período sobre todo en China. Incluso las versiones de energía limpia se han realizado con una racionalidad puramente económica y bajo un manto de corrupción. Un estudio publicado el 2017 en la revista científica Plos One pronostica que la construcción de solo seis represas podría cambiar el ciclo de vida de los ríos. Estamos provocando un apocalipsis del que más temprano que tarde seremos víctimas.

Pero cada ser humano tiene una responsabilidad. Mientras un joven holandés ideó un método para recolectar plásticos del océano, decenas de ambientalistas y líderes indígenas dan su vida todos los años por la protección de bosques y otros recursos del mundo. Algunos empresarios renuevan la esperanza subvirtiendo la forma tradicional de hacer negocios para integrar la naturaleza en sus cuentas y balances. En laboratorios se reinventan formas de producir energía, desde la fusión nuclear que imita la potencia del sol, hasta páneles solares de última generación, motores de hidrógeno. También vemos renacer costumbres sencillas y perdidas como el uso de fibras naturales para reemplazar materiales no biodegradables.

El compromiso del periodismo con este momento es histórico. Es necesario interpelarnos y preguntarnos si realmente estamos haciendo lo suficiente. El tiempo se acaba.

@kardenche

Escrito en: Yo río libre periodismo, estamos, haciendo, hacer

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