Siempre te recuerdo, Terry, amado perro mío.
Aunque te hayas ido estás aquí. Vuelves a ser en mi memoria aquel que fuiste. Otra vez eres el inquieto cachorrillo; el perro joven que escapaba de la casa para aspirar los aromas de la vida; el anciano perro que dormía a mis pies mientras yo te miraba, temeroso de que no fueras ya a despertar.
A veces te sueño, Terry. Vas conmigo por la vereda que sube a la montaña. Esperas tras la ventana de la calle a que llegue el último de mis hijos para luego irte a dormir. En los días de invierno, cuando se va la tarde, cuando la noche viene, me acompañas junto a la chimenea cuando bebo mi té d+e yerbanís.
Se va la tarde ya, mi Terry.
La noche ya se acerca.
Espérame tras tu ventana.
Caminemos por esa vereda que tú conoces ya y yo no conozco todavía. Acompáñame, perro amigo.
Acompáñame siempre.
¡Hasta mañana!...