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De Política y Cosas Peores

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ARMANDO CAMORRA

ARMANDO CAMORRA

"Lo único que haces es verme las bubis" -le reclamó la muchacha a su galán. "No es cierto" -protestó él. "Claro que es cierto -reafirmó la chica-. A ver: ¿de qué color tengo los ojos?". Arriesgó el muchacho: "¿36 b?". Un señor muy correcto, muy bien vestido, llegó a una peluquería llevando de la mano a un niño. Le pidió al peluquero que lo afeitara y le cortara el cabello. Cuando el fígaro terminó su trabajo el señor le pidió que también le cortara el cabello al niño. Le dijo al pequeño: "No tardo, hijito. Voy a la tienda de la esquina a comprar la barra de pan que me encargó tu madre". Terminó el peluquero de cortarle el pelo al niño, y éste se sentó a leer una revista de monitos. Después de media hora el rapador le dijo a la criatura: "Parece que tu papá se está tardando". "No es mi papá -respondió el crío-. Me tomó de la mano y me dijo: 'Ven, vamos a que nos corten el pelo gratis a los dos'". Don Geroncito le dijo con lamentoso acento a su esposa doña Pasita: "¿Recuerdas, viejita, que cuando nos casamos me dijiste que me ibas a cambiar? Pues bien: creo que ha llegado el momento de que lo hagas". Y compungido le mostró el pantalón todo mojado. Un automovilista atropelló a Babalucas. El agente de tránsito le preguntó al caído: "¿Le viste la placa?". "No -contestó el badulaque-. El desgraciado no se rio". Hamponito, el hijo del narco de la esquina, le informó a su papá: "Saqué 8 en el examen". "Te felicito -le dijo don Hamponio-. Es una buena calificación". Aclaró el muchacho: "En el examen de alcoholímetro". Comentaba un señor con aspecto de agotado: "Mi esposa es muy maternal. Me trata como a un bebé-. Cuando terminamos de hacer el amor siempre me da palmaditas en la espalda para que repita". ¡Cuántas cosas caen en la red, y qué diversas! En la mía cayó un mensaje en forma de pregunta que me puso a pensar. (Las preguntas hacen pensar más que las respuestas, y de las dudas se aprende más que de las certidumbres). Dice esa pregunta que cayó en mi red: "¿Qué corrupción es más grande? ¿La del Presidente que recibe de su constructor preferido una casa de regalo para su esposa, o la del Presidente que le regala a la esposa de su constructor preferido un asiento en la Suprema Corte?". No tengo yo respuesta para esa pregunta, pero me pregunto si será aplicable a México el postulado de Abraham Lincoln: "Cualquiera puede engañar todo el tiempo a parte del pueblo. Cualquiera puede engañar a todo el pueblo parte del tiempo. Pero nadie puede engañar todo el tiempo a todo el pueblo". Don Cornígero se sorprendió al ver a un individuo que corría desnudo por su calle. Le preguntó: "¿Por qué corre así?". Respondió con enojo el individuo: "Porque usted llegó temprano a su casa; por eso". Don Valetu di Nario, caballero de avanzada edad, visitó a Himenia Camafría, madura señorita soltera, y ella lo invitó a cenar. Dijo el visitante: "No sabía yo, querida amiga, que iba a disfrutar de sus habilidades culinarias". "Sí -respondió la señorita Himenia-. Pero después de la cena". Simpliciano, joven varón sin ciencia de la vida, llegó al matrimonio sin otra instrucción que la muy escueta que su mamá le dio. La señora le dijo solamente: "Tú arriba y ella abajo". El cándido varón y su desconcertada mujercita tienen ya seis meses de casados, y es fecha que todavía duermen en literas. Terminado el sepelio de su esposo la viuda se alejó de la tumba caminando hacia atrás. Le preguntó con extrañeza una de sus amigas: "¿Por qué haces eso?". Explicó la mujer: "Es que mi marido siempre me dijo que tengo unas pompas como para resucitar muertos, y no quiero que eso vaya a suceder". FIN.

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