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Denise Dresser

Prensa piñata

DENISE DRESSER

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Qué inquietante es escuchar al presidente de México denostar a la "prensa fifí". Pocas cosas tan perturbadoras como presenciar la embestida, repleta de adjetivos, llena de descalificaciones, donde emula a líderes autoritarios en cuya categoría no debería estar. Pocas cosas tan desconcertantes como verlo mimetizar las peores prácticas de quienes necesitan identificar a enemigos malos y lanzar al pueblo bueno tras ellos. Al denostar al periódico Reforma de manera consuetudinaria AMLO exhibe lo peor de su temperamento político. La necesidad de la confrontación perpetua; el imperativo de la indignación incesante; la propensión a la rijosidad políticamente redituable pero democráticamente contraproducente. Al descalificar a medios incómodos, AMLO quizás gana algunos puntos políticos pero se daña a sí mismo y al sistema político que quiere transformar. Muchos le aplauden por golpear a la piñata de la prensa sin entender qué pasaría si la rompe.

López Obrador daña su credibilidad al mentir de manera tan abierta. Es falso que Reforma haya tapado las cloacas de gobiernos pasados, haya callado sobre la censura a Carmen Aristegui, haya guardado silencio sobre el saqueo sexenal. Basta con examinar las primeras planas desde su fundación, las múltiples investigaciones desde su creación. Durante más de veinte años y junto con Proceso y La Jornada ha evidenciado la corrupción, ha desmenuzado las políticas públicas, ha abierto sus páginas editoriales a la pluralidad del país. El problema de Reforma para AMLO no es su conservadurismo, es su talante opositor; no es su elitismo, es su ánimo auscultador; no es su naturaleza "fifí", es su vocación independiente en tiempos donde el poder premia lo contrario.

Por supuesto que Reforma comete errores, como cualquier otro medio, y como ha sido el caso con The New York Times o Der Spiegel. Debe tener más cuidado. En esta era de "fake news" y bots y trolls, donde los datos no importan y la verdad es elusiva, el periodismo debe ser más auto-exigente y riguroso que nunca. Reforma a veces sustituye la información por la editorialización; a veces el sensacionalismo le gana a la sustancia; a veces el entretenimiento se impone sobre el entendimiento. Pero México es mucho mejor por su existencia y su persistencia; por su compromiso con la tarea que -según Orwell- le toca al periodismo. Publicar lo que algunos preferirían que no publicara. Decir lo que otros quisieran desoír. Hurgar, indagar, confrontar. Contribuir a una discusión civil y productiva sobre la cosa pública.

Preocupa que AMLO muestre tanta animadversión a la prensa. Consterna que invierta tanta energía y tiempo atacándola. Eso sólo lo hacen los Erdogan y los Putin y los Orban y los Maduro y los Trump y los Duterte. Eso sólo lo impulsan quienes requieren atizar el resentimiento y el enojo y la división y la exclusión y la construcción del adversario para mantenerse en el poder. López Obrador tiene todo para ser distinto a aquellos con quienes comienzan a compararlo. Las peleas definitorias de su sexenio no deberían ser contra Reforma sino contra la corrupción de Peña Nieto. No deberían ser contra el periodismo "fifí" sino contra el periodismo domesticado que todavía vive de la publicidad oficial, tan discrecional como siempre. No deberían ser contra la libertad de expresión sino contra aquello que la coarta, empezando por las diatribas del propio Presidente. No deberían ser para que un periódico revele sus fuentes, sino para que el periodismo pueda sobrevivir sin violencia.

Cuando AMLO agrede a la prensa da permiso para que otros lo hagan también, como se lo ha reclamado Artículo 19. Cuando el Presidente descalifica a un contrapeso lleva a que sus seguidores lo agredan de manera inmisericorde. Cuando exige "derecho de réplica" lo hace desde el púlpito más poderoso del país. Y cuando miente, socializa la mentira; la vuelve verdad oficial. Como lo expresó Jorge Ramos: "llevo mucho tiempo trabajando orgullosamente en Reforma y eso no es cierto". No es cierto que el periódico haya sido comparsa de gobiernos anteriores y adversario del suyo. No es cierto que la prensa "fifí" sea "enemigo del pueblo". La prensa sin adjetivos es amiga del ciudadano deliberativo, informado y exigente. Tratarla como piñata personal desmerece al Presidente, y exige la defensa por parte de quienes llevamos años escribiendo orgullosamente aquí.

Escrito en: Denise Dresser Reforma, AMLO, deberían, periodismo

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