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Los hijos consentidos

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PADRES E HIJOS

Aunque se trata de una práctica muy arraigada desde hace muchas décadas, lo cierto es que en muchas familias se acostumbra llamarle "consentido" a un hijo o "consentida" en el caso de que sea una mujercita la que recibe este título, con lo que se les quiere dar a entender a los demás hijos que ellos tienen y reciben un trato especial, preferencial, en todos los aspectos, algo que, por supuesto, a pesar de que puede resultar o considerarse "normal", también lo cierto es que se trata de un trato discriminatorio que no debería existir, por ningún motivo, y que se debería erradicar.

Sin embargo, amable lector, esta es una costumbre que, al menos en la sociedad mexicana, se ha mantenido y prolongado debido a que muchos padres y muchas madres de familia tienen la idea -equivocada, por cierto- de que al ofrecer un trato con más privilegios y más afecto a uno de los hijos, con ello se puede estimular a los demás para que sean igual que sus hermanos y así también se merezcan y accedan a ese trato especial, ya sea porque sobresalgan por su aprovechamiento escolar o porque son más obedientes dentro y fuera del hogar, entre otras características.

No obstante, esos papás y esas mamás que ejercen ese tipo de actitudes discriminatorias no se ponen a pensar que todos los hijos son diferentes, empezando por el carácter, por lo que no tienen que ser iguales a sus hermanos o hermanas, en virtud de que, simple y sencillamente, no hay dos personas que sean idénticas, a pesar de que hayan nacido del mismo vientre materno, de ahí que cada una tendrá características individuales muy especiales que la harán muy diferentes de todas las demás personas, así que no tiene que parecerse a ninguna otra, a pesar de que sea su hermano o hermana.

Además, un aspecto muy importante que pasan por alto esos padres y madres que llaman "consentido" o "consentida" a algún hijo o hija es que al ejercer ese tipo de prácticas dañan terriblemente la autoestima de los demás hijos e hijas ya que con estas costumbres lo que hacen es enviar un mensaje en el sentido de que para merecer un trato especial, de más afecto y con ciertos privilegios, se deben reunir algunas características o cualidades que, según ellos (los progenitores), sólo poseen quienes son objeto de un trato preferencial.

En muchos casos, los hijos o hijas que sufren ese tipo de discriminación suelen aislarse al interior de la familia, dentro del hogar, una situación que en determinado momento ambos padres podrían considerar como algo normal, como si eso fuera parte de la personalidad del niño o niña, del o la adolescente o del joven o la joven que se sienten segregados por el hecho de ser diferentes y no ajustarse a los modelos de excelencia o de algún grado en el que no encuadra uno de sus vástagos, sin ponerse a pensar que los hijos e hijas no tienen que ser idénticos en todos los aspectos.

Además, otro aspecto en el que no reparan los padres y madres que afecta sobremanera a los hijos o hijas que son víctima de esas diferencias en el trato es que las consecuencias de esa comparación sin sentido es que pueden orillar a quienes sufren esa discriminación a guardar una especie de rencor lo mismo hacia los progenitores que hacia sus mismos hermanos o hermanas que reciben privilegios por aspectos como las altas calificaciones en la escuela que por distinguirse por el hecho de ser un hijo o hija ejemplar en el renglón del orden en sus habitaciones como en sus habilidades en ciertas materias.

¿Por qué no tener hijos consentidos, preferidos o favoritos?, aún se preguntan algunos padres y un número no menor de madres. La respuesta no es más que lo que dicta el sentido común: porque todos los hijos y todas las hijas tienen el derecho de recibir el mismo trato, a pesar de ser diferentes en todos los aspectos, comenzando por el carácter o por el aspecto físico pues aunque no lo crea, amable lector, todavía hay algunos padres y madres que se enorgullecen de tener a un hijo o hija que sobresale por su belleza física, al tiempo que relegan por este motivo a sus demás vástagos.

Por supuesto que no es válido ejercer ese tipo de prácticas que sólo contribuyen a afectar sensiblemente las relaciones entre padres e hijos o hijas que no encuadran en la clasificación de consentido, preferido o favorito, ya que todos poseen cualidades y virtudes que los hacen únicos.

Se trata, repito, de diferencias que sólo abonan a generar una ruptura en las relaciones padres-hijos, en virtud de que esa discriminación es una práctica que lesiona la autoestima de quienes la padecen sólo por preferir a determinado vástago por alguna característica específica que no poseen los demás.

Es tiempo de acabar con esas costumbres que antaño eran vistas como socialmente aceptables. ¿No lo cree, estimado lector? Usted tiene la última palabra y la mejor decisión.

Escrito en: hijos, padres, trato, todos

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