Según el diario "The New York Times" ya es una veintena de aspirantes demócratas los que buscan la candidatura presidencial para encarar al presidente Donald Trump. En la canasta hay de todo, seis mujeres, candidatos jóvenes y veteranos, progresistas y moderados, pero el líder indiscutible es el exvicepresidente, Joe Biden.
El también exsenador por Delaware cuenta con el 44 por ciento de las preferencias, 30 puntos adelante de su más cercano competidor. La tendencia se debe a que Biden es un político popular entre las clases trabajadoras, segmento que dio el triunfo a Trump en 2016, lo cual lo hace competitivo en la elección del 2020.
Algunos temen que la marabunta de pre candidatos balcanice al partido orillándolo a una derrota anticipada. Yo no comparto esa apreciación, de hecho, creo que una vez se decante la manada, los liberales caminarán con su candidato quien muy probablemente será Biden.
Los verdaderos retos que enfrentan los demócratas son:
1. La ausencia de propuestas que saquen en masa a votar a la clase trabajadora.
2. Ideas de políticas públicas con futuro que también garanticen una mejor inclusión social.
3. El buen desempeño de la economía que mejora las perspectivas para que Trump siga en el cargo.
El reporte económico más reciente puso el nivel de desocupación en sólo 3.6 por ciento, el más bajo en 50 años. Con este repunte es muy probable que Estados Unidos marque el periodo de expansión económica más largo de su historia si la tendencia sobrepasa el mes de julio. Con estos datos, Trump echará las campanas al vuelo y dirá que le debemos hasta la vida.
En mi opinión, el crecimiento actual de la economía no es sostenible pues fue impulsado por mecanismos artificiales que ensancharon la debilidad fiscal que más temprano que tarde nos dejará sin defensas ante la próxima recesión. Incluso la percepción de bonanza del consumidor se verá minada al ver cómo se esfuma gradualmente el recorte de impuestos aprobado por esta administración, no sin antes haber expandido la deuda nacional en billones de dólares.
Pero por ahora hay buenas noticias y los estadounidenses no planean sus finanzas, más bien se preocupan si podrán renovar su auto, tener las vacaciones de verano, etc. En este ambiente es muy probable que exista la confianza entre la gente para deslizar la tarjeta de crédito y cristalizar los sueños inmediatos pagando intereses a largo plazo. Y como votan pensando en la cartera y en las porquerías que compramos, es posible que aprueben o, al menos, no se opongan vehementemente al gobernante en turno.
Por su parte Biden está centrando su campaña en "salvar el alma de Estados Unidos" al advertir que Trump contraviene los principios básicos estadounidenses como el usar la división y el encono para avanzar sus intereses. Tiene razón, pero esos planteamientos no lo llevarán a la presidencia.
La oposición no reconquistará el poder si su retórica se centra en lo malo que es Trump. A este punto, los estadounidenses ya sabemos qué tipo de animal tenemos en la Casa Blanca por lo que el argumento por sí mismo no lo sacará del poder.
Para que los demócratas tengan posibilidades deben proponer políticas que adopten las industrias y tendencias con futuro que, a su vez, generen millones de empleos. Detallar que aferrarse al pasado o al aislamiento económico, como sugiere este presidente, hundirá aún más a la clase trabajadora en el rezago y la falta de oportunidades.
En resumen, sí deben desenmascarar las mentiras de Trump, pero aún más relevante es comunicar opciones de gobierno responsables y viables que traerán oportunidades. En 2020 decir "nosotros no somos Trump" o "el presidente es terrible por..." no les dará la victoria. Esa fue la estrategia de Hillary Clinton en 2016 y todos recordamos lo bien que le fue.
Twitter: @ARLOpinion