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LETRAS DURANGUEÑAS

La higuera que retoña en el desierto

LETRAS DURANGUEÑAS

OLGA AGUILERA

Vuelve a la vida el hombre que ejerce la palabra: ciertamente es un complemento este que vive en la tierra, su cuerpo es parte de un todo, pasando a la misma que es de la cárcel de los muchos que se pierden en el obrar por ella, cirios enciende a la tierra sagrada para volver a ella, más cuanto llegan casi a la puerta se vuelven de nuevo a un mundo nuevo que les ofrece el manjar del placer eterno sepultado en el infierno, creyendo en él no le ven hasta el último de sus tiempos que le arranca la única esperanza de ser al cielo nuevamente.

Es todo un proceso el descubrir el tiempo para entrar a la puerta del cielo, después de todo ¿Acaso No es el hombre un ángel sin alas? ¿Cómo podría saber llegar a Él si no conoce la verdad que lo guiará al mismo? Dentro del mismo camino está el siervo de los que han sido por siglos y siglos engañadores del sistema de Dios, y ¿cuántos de estos se conocen el día de hoy? Por osado que sea nuestro sistema del conocimiento verdadero hacia los muchos escritos espirituales, no entendemos la verdad oculta que se ha se ha servido en migajas al hombre, ciertamente hay un mundo de orantes que se atreven a decir que tienen la verdad de Dios en sus manos, pero ninguno conoce a ese Dios cuando no reconoce como se escribe su nombre en su propio corazón.

Desde los tiempos de la antigüedad, donde el hombre comenzó a hablar de Dios en los escritos divinos entro a una dimensión de conocimiento iluminado que solo el mismo Señor podía dar, más aquellos que la entregaron a los señoríos no cuantificaron la magnitud de su error porque a ellos solo sería el poder que les movería a ser uso de ella.

Dios amaneció y anocheció al hombre fiel, más al infiel se reservó de darle la misma hora de despertar y de dormir en Él, porque está escrito que aquel que esté en el hacer de Él sabrá la verdad que le es dada por el Hijo, pero aquel que desconozca al que envía al Hijo no conocerá la higuera que retoña después de haber estado seca por siglos y siglos.

Ésta es una palabra con recelo, ya que está condenando aparentemente al hombre que se desprende de la tierra literalmente, pero es una metáfora en sí, ya que todo aquel que no busca el hacer en su vida una labor verdadera se condena a sí mismo al sufrimiento, y al no llegar a conocer su verdad donde entra el conocimiento de todas las cosas benévolas al ser para trascender al cielo.

El estar haciendo un bien, se está obrando en un Dios, se reconocen las virtudes, la esencia verdadera dada, entonces se abre un camino a la verdad por medio de esas virtudes y hay un conocimiento profundo de todas las cosas porque Dios habla en ellas.

Pertenecen al cielo las obras verdaderas del hombre que se hacen a la voluntad misma del cuerpo de Cristo, donde reina un Espíritu que cumple con todas las cosas hechas por Dios al hombre: sin embargo el hombre no comprende su condición espiritual en el sistema corporal que a su vez es homogénea en todo, por aquello que es incierto y de poco contenido espiritual no llega a conectar al hombre en el mismo orden que se establece por encima de todo aquello que es a Él.

Aquellos que se preguntan de la palabra espiritual llevada con indulgencia celestial, sépanse que no es dada por un simple deseo del hombre de tenerlo a voluntad, sino que Dios atrae a él mismo a ella y lo conecta a su esencia hablándole en secreto a través del mismo Espíritu. Verdaderamente es estudiado este Espíritu de Dios por los hombres de hoy, más; ¿dónde podría el hombre hallar a este espíritu de Dios?

Cierto es que Él no se manifiesta como nosotros quisiéramos que fuese tal a nuestras peticiones dadas como estudiosos del Espíritu, pero ¿en dónde está esa tarea de aprender verdaderamente de Él? Empeñados estamos en establecer nuestros parámetros celestiales cuando no conocemos la verdad de lo que es la propia tierra donde se ejerce un sin número de experiencias propias al espíritu que se establecen al mismo equilibrio celeste, pero que en verdad no desarrollamos el conocimiento de ellas. Porque el hombre ha establecido su propio entendimiento de lo corporal y lo espiritual, no llega a comprender su estructurado sistema continuo, abierto a todo un mundo de conocimiento donde se contrapone la misma palabra que le es dada, porque el conocer a Dios no habla de un conocimiento escrito dado por el hombre sino de un conocimiento dado en el hombre por Dios en todo su sistema que le hace vivir en tiempos de luz de otras dimensiones que aún sin conocerlas se abre a ellas para poder entrar y extender su Espíritu en las mismas por el tiempo que se le revelan.

Hoy me despierto a un mundo lleno de espiritualidad donde el hombre tiene el poder de decidir que parte de él ya es para conceder al cielo y que parte le pertenece aún a la tierra, pero no viéndole de una forma no conectada con el mismo cielo, pues en tanto es el cielo es la tierra, todos formamos un núcleo perfecto dentro de un sistema que en un orden está en el universo.

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS hombre, Dios, verdad, mismo

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