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ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

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El padre Soárez platicaba con Dios en su capilla.

-Señor -le preguntó-. ¿Por qué en el Antiguo Testamento eres uno, y otro tan distinto en el Nuevo? En el primero apareces como un Dios iracundo, vengativo, riguroso y cruel. A los hombres les pides enormes sacrificios: llegas a exigirles que maten a sus hijos. Envías sobre ellos toda suerte de espantosos castigos: diluvios que los ahogan, tempestades de fuego que los queman, pestes que los aniquilan. En cambio en el Nuevo Testamento te haces bueno; te vuelves todo amor; predicas la paz y el perdón entre los hombres. ¿Por qué ese cambio, Dios?

Se quedó pensando el Señor. Sonrió después y dijo:

-Tienes razón. A lo mejor me hacían falta el amor y los consejos de una madre. Cuando la tuve cambié.

El padre Soárez sonrió también. No lo dijo en voz alta, pero pensó que los dioses que no tienen mamá son muy diferentes al que sí la tiene.

¡Hasta mañana!...

Escrito en: Mirador padre, ¿Por, Testamento, Soárez

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