En las difíciles coyunturas internacionales, hoy, no hay ningún gobierno en el mundo que pueda ignorar o dejar de prestar la debida atención a la actuación internacional, incluso a la retórica de los Estados Unidos. Máxime con Donald Trump en la Casa Blanca. Porque subjetivas consideraciones aparte, en los hechos, los Estados Unidos de América, son el único país que persigue y mantiene intereses en todos y cada uno de los miembros de la comunidad internacional. Para bien o para mal, lo que haga, diga o deje de hacer la primera y única super potencia militar y económica, importa, y mucho. Vaya que lo saben, anticipan y resienten los actuales gobernantes y los pueblos en el mundo.
En las últimas semanas este desiderátum ha quedado de manifiesto en relación con las deliberadas trayectorias de confrontación estadounidense con China, Venezuela, Cuba e Irán. En esta entrega, analicemos la escalada, muy peligrosa, que Estados Unidos ha lanzado para antagonizar con la República Islámica, a fin de contribuir a entender mejor las circunstancias, los alcances de la embestida, el contexto de las amenazas, el peso de las decisiones y respuestas, los cálculos certeros o erróneos, y, sobre todo, el trasfondo y repercusiones de lo que está aconteciendo en la región más conflictiva del globo, para volver, en subsecuentes entregas, a analizar los dos últimos escenarios, los de Venezuela y Cuba, más cercanos y apremiantes para los intereses de México y sus actuales coordenadas geopolíticas.
A principios de abril, el gobierno estadounidense, a iniciativa del presidente Trump y secundado por su entorno de colaboradores más cercanos y belicosos, procedió, por fin a catalogar a la Guardia Revolucionaria como una organización que "participa, financia y promueve el terrorismo", aplicando, en consecuencia, sanciones a la institución militar más poderosa de un gobierno legítimo acreditado ante la ONU y reconocido por su conducta internacional razonable. La medida respondió, también, a pedido expreso del Primer Ministro de Israel, como este último se aseguró de dar a conocer a la opinión pública mundial, mediante en un mensaje de agradecimiento, subrayando el valor de los réditos que arroja una política agresiva que construye y destruye enemigos.
Esta reciente decisión estadounidense se traduce en la autorización para llevar a cabo eventuales acciones criminales encubiertas en contra de todos aquellos que colaboren, apoyen o tengan negocios con la Guardia Revolucionaria, dando lugar a posibles reacciones ante provocaciones, incrementando así el riesgo de posibles ataques en contra de las fuerzas y bases militares estadounidenses o de acciones que tengan como objetivo hacer vulnerables las operaciones de inteligencia, sobre todo en Medio Oriente, como hicieran notar, de manera insistente si bien infructuosa el Pentágono y la CIA.
A principios de mayo, coincidiendo con el primer aniversario del retiro de Estados Unidos del acuerdo nuclear, Washington procedió a revocar las exenciones a los cinco principales mercados de exportación de petróleo restantes de Irán. Incluida China, uno los signatarios del acuerdo, afectando por igual a países aliados que importan crudo iraní como Japón, Corea del Sur, Turquía y la India - un país amigo, al que no puede regateársele su importancia en los actuales escenarios mundiales y el más dependiente del suministro del petróleo iraní.
Cabe recordar que, hasta hace unos días, el gobierno de la República Islámica de Irán se mantenía en estricto cumplimiento verificable del acuerdo alcanzado en 2015. Sin embargo, en una respuesta bien calculada ante las nuevas presiones estadounidenses, a las que horas después Washington reaccionaría agregando sanciones adicionales para obstruir las exportaciones iraníes de hierro, acero, aluminio y cobre - la segunda fuente más importante de captación de divisas, esenciales para su muy vapuleada economía.