Editoriales

De Política y Cosas Peores

De Política y Cosas Peores

ARMANDO CAMORRA

ARMANDO CAMORRA

"Quiero que sepa, jovencito, que esto no me gusta nada". Lord Feebledick le dijo esas flemáticas palabras a Wellh Ung, el toroso mancebo encargado de la cría de los faisanes, cuando lo sorprendió follando con lady Loosebloomers, su mujer. "Tiene usted razón, milord -admitió el mozo-. Visto desde afuera este espectáculo es muy poco estético". Uglicia, hay que decirlo, era muy fea. Cuando se acercaba a un espejo el cristal huía para no tener que reflejarla. Pero a nadie le falta Dios, dice el refrán. La doncella tenía riquezas, pues de su padre había heredado gran fortuna tanto en dinero como en bienes raíces. Llegó de la ciudad un forastero y de inmediato se aplicó a la tarea de cortejar a Uglicia. Llegó al extremo heroico de proponerle matrimonio. Le dijo ella: "Tú quieres casarte conmigo porque tengo dinero". "Todo lo contrario -se defendió él-. Quiero casarme contigo porque yo no lo tengo". Un chico llevó a su novia a cenar en restorán. El mesero les trajo sendos vasos de agua. Preguntó el galán: "Esta agua ¿es pura?". Respondió el camarero: "Tan pura como su novia, joven". Dijo el muchacho: "Entonces tráigame un refresco embotellado". A sus años -gozosos, bien gozados años- este juglar viajero que soy yo sigue caminando por todos los caminos de la patria, si me es permitido usar esa expresión muy de concurso de oratoria. Te diré las ciudades donde he perorado en estos últimos 10 días: Puebla, en Puebla; Cortazar, en Guanajuato; Pánuco, en Veracruz, Tijuana, en Baja California y Monterrey, en Nuevo León. En el curso de una misma semana hablaré luego en mi amadísima ciudad, Saltillo, en la de México, en Cuernavaca y en Ciudad Juárez. La generosa gente me invita a ir acá, allá y acullá, y yo acudo con alegría y agradecimiento, pues aún no me cansan los hoteles, los aeropuertos ni las carreteras; disfruto el trato de quienes me regalan su hospitalidad, me deleito con los sabrosos comeres y beberes de cada comarca del país, recojo los galanos dichos de sus habitantes, oigo su música y sus letras y llevo a mi casa -que es la tuya- su historia y sus leyendas. Ya iré haciendo el relato de esos ires y venires; ya diré de las bonísimas personas a quienes he encontrado en el curso de mi andar. Lo que ahora he de señalar es que por doquier, palabra ya no usada, percibo un ambiente de inquietud debido al estado de cosas que priva -¡ah, cómo priva!- en la República. Ese desasosiego no lo siento únicamente en el sector que hoy se llama fifí, sino también en la clase media y aun entre aquellos que, se supone, son partidarios incondicionales del nuevo régimen, y que se quejan de no estar recibiendo todavía las becas, ayudas o pensiones que les fueron prometidas. Seguramente el Presidente López Obrador tiene otros datos -él siempre tiene otros datos-, pero lo cierto es que a los recortes presupuestales y despidos masivos no ha seguido la cabal aplicación de los programas sociales que el tabasqueño propuso en su campaña. Es necesario entonces que la nueva burocracia no se burocratice, de modo que los ofrecimientos de AMLO, tan profusos, no se vuelvan ilusos ni confusos. La fecunda mujer le informó a la trabajadora social: "Tuve cinco hijos con mi primer marido, cuatro con el segundo y tres yo sola". Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, manifestó orgullosa: "Mi marido es campeón de polo". Babalucas quiso saber: "¿Norte o Sur?". En otra ocasión la misma doña Panoplia le comentó a su amiga Gules: "Me encanta el tenor Solfado. Lo que más me gusta de él es su Rigoletto". Preguntó doña Gules bajando la voz: "¿Tan íntimamente lo conoces?". FIN.

Escrito en: De Política y Cosas Peores Panoplia, Llegó, gusta, tiene

Noticias relacionadas

EL SIGLO RECIENTES

+ Más leídas de Editoriales

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas