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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

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La capilla del Potrero es muy pequeña. Cabrán en ella apenas -a penas- unas cien almas. Claro, con sus correspondientes cuerpos.

Está dedicada a Nuestra Señora de la Luz. Así se llama mi señora: María de la Luz: Así se llamaron también su madre, su abuela, su bisabuela y su tatarabuela.

Si entras por estos días a la capilla serás recibido por un frutal aroma. Y es que al pie de la imagen de la Virgen hay canastillos con ciruelas, chabacanos y duraznos. Son la sencilla ofrenda a la Señora; las primicias de una cosecha que todo el año se esperó.

La fruta se dará después a los niños que van al catecismo. Ellos aprenderán a dar gracias a Dios por el regalo.

Yo pienso que todo lo que tengo es un regalo: la vida, el trabajo, la mujer que me acompaña en el camino, los hijos y los nietos, los amigos, el pan de cada día; la casa.

Todo esos dones los he recibido sin merecerlos, razón de más para agradecerlos más. Si pudiera pondría mi corazón al pie de la Señora en prenda de gratitud. Pero no tiene la pureza de estos frutos salidos de Dios y del trabajo de la gente. Quizá algún día merecerá estar entre ellos.

¡Hasta mañana!...

Escrito en: Mirador capilla, estos, Dios, recibido

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