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Jean Cusset, ateo con excepción de cuando escucha el segundo movimiento de la sonata Waldstein, de Beethoven, dio un sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:

-Yo pienso que el infierno existe. Es un lugar terrible, de sombras y desolación, en el que Dios no está. Su ausencia es el tormento mayor para los condenados.

Dio un nuevo sorbo a su martini y continuó:

-Creo, sin embargo, que el infierno está vacío. No hay nadie en él. La misericordia de Dios es infinita, mayor aun que su justicia. Se compadece entonces hasta del peor hombre del mundo y le da una nueva oportunidad para que abandone el mal y busque el bien. Jesús, Dios hecho hombre, murió por los hombres en la cruz. La muerte del Dios-Hombre nos redime a todos. Todos alguna vez nos encontraremos con Él. En eso reside nuestra esperanza. En eso se finca nuestra fe. En eso está su amor.

Así dijo Jean Cusset. Y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.

¡Hasta mañana!...

Escrito en: Mirador Dios, sorbo, Jean, nuestra

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