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Uno de los lugares que más extraño de Madrid es la Biblioteca de la Facultad de Geografía e Historia. La primera vez que llegué a ella, intrigada por lo que había al final de un pasillo solitario y oscuro que siempre, hasta ese día de suerte, había encontrado cerrado, me descubrí rodeada por un silencio que nunca se interrumpía.

Después volvería por los libros de Sigüenza y Góngora. Después para huir del ruido de la Biblioteca María Zambrano. Si intuía que el pasillo estaba cerrado, bajaría las escaleras desde el Departamento de Filología Española IV, pasaría frente a los alumnos reunidos afuera de los ventanales para charlar o comer, caminaría entre el sol o el frío y llegaría a sus puertas pesadas. En ese mundo de mis 23 años, la María Zambrano era para estudiar con mis amigos, después de clase, en sus sillas como de playa. La biblioteca de la Facultad de Geografía e Historia era para mí. Para sentarme al lado de los surrealistas y pasar horas tratando de comprender a los criollos novohispanos y sus crónicas. Los descansos eran un recorrido por sus pisos, sacar un libro al azar de la primera planta, sentir que era lo más parecido a Hogwarts que había visto. Cuando estaba por cerrar, era un timbre el que te sacaba del ensueño.

Y ahora, que no estoy más en una ciudad 'adoptiva', me cuesta encontrar una biblioteca que me otorgue el silencio que necesito.

***

Cuando leí 'Claraboya', la novela de José Saramago publicada después de su muerte, me sorprendió el protagonismo que el silencio tiene en ella. El silencio transita entre dos personajes, personifica a otro, consume a una más. Para José Manuel Carneiro, y yo estoy de acuerdo, la novela bien pudo llamarse así, 'Silencio', y lo explica de esta forma: 'aunque ambos términos no distan e incluso pueden ser equivalentes, una claraboya es un vidrio transmisor de luz; la luz del sol filtrada por una claraboya inunda cualquier lugar de una densidad que puede resultar brillante u opaca; cuando más bien enturbia el ambiente, suele reinar el silencio que condesciende a la melancolía. Y si reverbera, el resplandor también suscita silencio, pues quien lo percibe atentamente se deslumbra ante la percepción de lo antónimo a tiniebla'.

En la Ibero, encontré un silencio similar al de la Complutense, en los últimos pisos de la biblioteca, donde era más común encontrar personas durmiendo -también lo hice yo- que trabajando. La biblioteca era especialmente silenciosa los viernes y los días lluviosos. Un refugio del caos de Santa Fe. Del caos de los trabajos finales. Del caos de la tesis. El silencio, para alguien que vive con ataques de pánico, también es una isla después del naufragio.

***

En mi primera columna sobre las bibliotecas, cité 'Collected Poems' de Valeria Luiselli, y ahora lo hago de nuevo, otra vez desde mi traducción: 'En ese primer Nueva York de mis veinte años [...] pasaba los días leyendo en bancas de parques y largos viajes en el metro -nunca en bibliotecas- [...] Ahora leo principalmente en bibliotecas, y siempre elijo el mismo lugar. Si está ocupado, salgo por un café y espero hasta regresar. Si aún está ocupado, me resigno a actividades intermediarias. Camino por los pasillos buscando libros que probablemente no leeré. Bajo mi dedo por índices, buscando poemas que sólo leeré a medias. Reniego sin rumbo: un pasillo es un índice tridimensional; un índice es un pasillo interior, como un corredor a través de un libro.

Pero nada estará en su lugar hasta que yo regrese a mi mesa de trabajo'.

Necesitamos el silencio para crear. Para pensar. Para que nuestra mente encuentre calma.

Todos vivimos rodeados de libros -qué tristeza si no- pero no es lo mismo que una biblioteca. Ahí dónde me cuesta desprenderme -de mí, de las ciudades, de las obsesiones- y a falta de un Tiffany's a la vuelta de la esquina, las bibliotecas se han convertido en ese espacio en el que nada malo puede pasar, una protección contra los 'mean reds', y 'si pudiera encontrar un lugar de la vida real que me hiciera sentir así, entonces compraría algunos muebles y le daría un nombre al gato'.

Escrito en: ITINERANTE silencio, Para, pasillo, libros

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