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DESDE AFUERA

De la jícara a la botella

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De la jícara a la botella

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DALILA RIVAS CORONEL

Al parecer hace tiempo dejó de tener vigencia aquella frase popular que decía: "un vaso de agua no se le niega nadie", la cual aludía a un derecho humano tan básico como es el consumo del vital líquido; sobre todo en lo que a restaurantes se refiere, donde pareciera es más importante la ganancia que genera el agua embotellada que la generosidad humana.

Lo anterior lo traigo a reflexión a propósito de una nota que leí por ahí hace días, la cual mencionaba que algunos diputados en el Congreso del vecino Estado de Sinaloa sometieron a aprobación una iniciativa de ley que obligaría a restaurantes, gimnasios y hoteles de ese estado a regalar agua purificada a sus clientes, lo que no es ninguna novedad, ya que en la Ciudad de México, por ejemplo, esta ley se aprobó desde el 2013. Por otro lado, hay que decirlo, hubo quienes hicieron mofa de los diputados responsables de tal petición, alegando que había asuntos más importantes que discutir antes que la viabilidad del cobro del vaso agua.

Y es que efectivamente, a simple vista pareciera un asunto bastante trivial o soso, pero en lo personal debo decirle, querido lector, me llevó a dar un paseo en mis recuerdos de infancia y a reflexionar sobre ello.

No hace muchos años todavía, pasaba todas mis vacaciones con mis abuelos, las de verano, las de Navidad, las de Semana Santa y las que se le ocurrieran a mi madre; allá iba yo muy contenta de la mano de una tía, que muy entusiasta me recogía en la ciudad para luego montarnos en una tranvía que a fuerza de puro zangoloteo subía a lo más alto de las quebradas duranguenses, a Tamazula específicamente, un pueblo enclavado en lo más bello de la Sierra Madre Occidental, allá vivían mis abuelos; recuerdo vívidamente que al llegar a la casa te recibía un portal que en aquellos años me parecía inmenso, al que por cierto también escuchaba que le llamaban zaguán, este albergaba en la entrada una olla de barro que siempre contenía agua fresquita recién salida de la noria, porque el agua potable aún no llegaba a esa comunidad. Encima de aquella olla de unos diez litros aproximadamente, mi abuela colocaba una 'jícara', que no era otra cosa que una vasija de madera muy singular, hecha de la corteza del fruto del 'guaje' o comúnmente llamado 'bule', el cual se limpiaba, se dejaba secar y se partía a la mitad quedando así una especie de cucharon con el que se podía manipular fácilmente cualquier tipo de líquido, de tal forma que el sediento paseante podía disponer libremente de su consumo.

Ahora pienso en lo amable y generosa de mi abuela, mire que preocuparse por los sedientos desconocidos; aunque a decir verdad no era aquel método el más higiénico para ofrecer agua, puesto que cualquiera le llegaba a la jícara, vaya usted a saber la cantidad de gérmenes que nadaban por ahí, y seguramente así lo habrán pensado las grandes compañías embotelladoras que un buen día hasta el agua natural nos envasaron y vendieron. Tristemente aquellos años maravillosos donde se compartía lo más básico y se le tendía una mano incluso al desconocido quedaron atrás; hoy pagamos por un líquido vital que nos pertenece a todos. Así que pensándolo bien la iniciativa del agua gratis en restaurantes, gimnasios, hoteles y cualquier negocio que oferte alimentos y bebidas, no es tan descabellada ya que además, es importante dejar de lado tanto empaque y envoltorio contribuyendo así al cuidado del medio ambiente.

En países como Estados Unidos y Alemania ya se han adoptado medidas públicas de este tipo, para proteger a su población, ¿qué estamos haciendo al respecto en Durango? Habrá que averiguarlo, por lo pronto no olvide tomar por lo menos dos litros diarios, máxime con estas altas temperaturas que nos ha traído el verano. ¡Salud!

[email protected] @dalovska

Escrito en: Desde afuera agua, cual, llegaba, básico

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