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ARMANDO FUENTES AGUIRRE (CATÓN)

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San Virila salió de su convento temprano esa mañana.

Iba a la aldea a pedir el pan para sus pobres. Entre ellos él era el más pobre, pero nunca pedía para él sino para los demás.

Al llegar al río vio a unos pescadores que estaban tristes en su lancha. Les preguntó la causa de su pena. Ellos dijeron que ya no había peces en el agua. Si no pescaban algo sus hijos pasarían hambre.

San Virila recordó el milagro que hizo Jesús, el de la pesca milagrosa. Dijo en silencio: "Perdóname, Señor, por imitarte". Alzó su mano y el río se llenó de peces que reñían entre sí por entrar a las redes de los pescadores.

Tan grande fue la pesca que en la aldea se desplomó el precio del pescado. Eso acarreó grave daño a los demás pescadores. Fueron todos contra los que habían hecho la pesca milagrosa y los tundieron a golpes.

-¡Caramba! -pensó desolado San Virila mientras iba por el camino de regreso a su convento-. Creo que antes de hacer algún milagro deberé estudiar un poco de mercadotecnia.

¡Hasta mañana!...

Escrito en: Mirador Virila, pesca, aldea, peces

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