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Las historias de la historia (Primera parte)

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Las historias de la historia (Primera parte)

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CARLOS CÁRDENAS

Recuerdo todavía aquel momento en que decidí leer por mi cuenta el libro de Historia de México que llevábamos en el bachillerato, más allá de cumplir con una obligación académica lo hice por pura curiosidad, nunca imaginé cómo sería cambiada mi opinión sobre la realidad de mi patria, conforme iba avanzando en las etapas respectivas el asombro se incrementaba, tenía entonces alrededor de unos 16 o 17 años.

El contraste surgido por dicha revisión histórica con respecto a mi formación primaria resultaba chocante; como todos los niños de mi generación durante los años setentas del siglo XX, recibíamos nuestra formación académica apoyados por los libros de texto gratuitos que editaba y aun lo hace la Secretaría de Educación Pública (SEP). La visión contenida e inculcada en aquel momento mostraba a un México optimista y en desarrollo inspirado por los logros obtenidos en momentos de la historia muy claros y significativos: la Independencia, la Reforma, la Revolución Mexicana, cada una acompañada de su respectiva guerra, sin olvidar, obviamente, la Conquista y la Colonia, sin embargo, siendo las tres primeras las más presentes y promovidas por el sistema.

Hidalgo, Allende, Morelos, Juárez, Madero, Villa, Zapata, Carranza, Obregón, etc. protagonistas ejemplares de nuestra historia la cual se encontraba impresa en los libros de texto y era complementada con solemnidades alusivas a dichos acontecimientos como el 16 de septiembre, "Día del Grito" o el 20 de noviembre con su vistoso desfile de la Revolución, acontecimientos que gozaron siempre de una especial atención y difusión teniendo, por supuesto, como marco los enormes monumentos edificados para conmemorar las gestas gloriosas de los héroes y, por si fuera poco, las monedas o billetes de uso cotidiano que llegaban a nuestras manos para comprar alguna golosina llevaban impresas o grabadas las efigies de los antes mencionados. El partido hegemónico que ostentaba el poder desde mucho tiempo antes se había asegurado por todos lados que el pueblo no olvidara la deuda enorme que se tenía con tales causas y que tuviera presente el hecho que quienes nos gobernaban eran los legítimos herederos de la pléyade heróica mexicana.

Después de haber revisado detenidamente aquel libro que había caído en mis manos durante la preparatoria y, de manera especial, la lucha revolucionaria de 1910, todo el olimpo mexicano parecía venirse abajo, la forma en que se fueron desarrollando los procesos de acomodo del proyecto revolucionario llena de divisiones, traiciones, violencia y abusos entre los mismos protagonistas del mismo y que al final terminaron por aterrizar en una dictadura perfecta, me provocaron confusión, desaliento y sospecha. Debo reconocer que siempre he sido muy idealista y de joven lo fuí aún mucho más, mi ingenuidad no me permitía comprender, que al final hombres, nuestros héroes poseían, como todos, debilidades características propias de la naturaleza humana y que entendían de manera muy distinta como debía obtenerse la libertad; que con dificultad podían separar sus intereses e ideologías personales de la causa original y contar con la conciencia necesaria para dimensionar la repercusión de sus acciones. Hoy, ante un México asolado por la violencia, en mucho originada por la impunidad, desigualdad y falta de oportunidades, por la polarización extrema de una sociedad a través quienes nos gobiernan y un sistema educativo corrompido y poco eficiente nuestros héroes, ya muy cuestionados, están sufriendo el desconocimiento del pueblo mexicano del siglo XXI, nuestros jóvenes ya no se reflejan en ellos, el deseo por reivindicarlos y usarlos como modelos y bandera para nuevas transformaciones políticas no garantiza nada, cierto, nadie puede escapar de su pasado, somos lo que hicimos, pero el sistema no logró rescatarlos, reivindicarlos, sus hijos no les redimieron y los hijos de sus hijos los ignoraron, más aun los desafiaron, vayan al Ángel y lo constatarán.

Escrito en: GALERÍA SEISDIECIOCHO historia, México, aquel, hijos

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