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Cenizas en el viento

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Cenizas en el viento

MARCO LUKE

El fuego del encendedor ponía al rojo vivió el tabaco del cigarro sostenido entre los dedos de mi padre. Las serpientes de humo gris invadían los ojos del viejo, obligándolo a entrecerrarlos hasta lograr prenderlo por completo.

Soltaba el humo de la primera bocanada para dejar depués el encendedor sobre el buró y sacar cinco pesos de su bolsillo que depositaba en una alcancía con una etiqueta que rezaba:

"Para el mundo".

Sólo hasta entonces, recostado en su cama, comenzaba el relato del día. Historias sobre nuestro país, anécdotas de su infancia y su juventud en aquel caluroso pueblo llamado "Mapimí", mientras sacudía las cenizas en pequeños frascos de medicamento vacíos.

Su voz fue perdiendo claridad, muchas veces vi, cómo restos de sus cuerdas bucales se mezclaban con el humo denso del tabaco, y yo ignorante del tesoro que se desvanecía, en vez de atraparlo y guardarlo, manoteaba hasta dejarlo morir entre el necio oxígeno que entraba por la ventana.

También muchas ocasiones creí haber visto, cómo las palabras de mi padre eran sentenciadas a morir incineradas en la lumbre de la nicotina, y sus cadáveres enterrados en la fosa común de las cenizas que caían en los recipientes plásticos.

Por supuesto, guardé algunas memorias, datos, estadísticas y hasta imágenes en mi mente.

Pero hoy, al filo de la sepultura, donde tres metros por debajo de las plantas de mis pies, mi padre protegido por un féretro, se despide.

Lanzo con dolor sin pizca de resignación, un puño de tierra, y en cada minúscula piedra van las exigencias de las incitantes veces que le rogué para que dejara de fumar.

En la otra mano llevo la alcancía vacía, con una etiqueta nueva donde con su último esfuerzo mi viejo escribió en ella:

"No le debo nada al mundo".

Cada peso ahorrado fue destinado a pagar su propia enfermedad, su responsabilidad le llevó a solventar lo que él mismo se había provocado.

Toda la ceniza de cada uno de los pequeños botes plásticos, lo guardé en un frasco de vidrio. Decía que era su alma pulverizada.

Hoy, la solté y vuela por cada punto cardinal, llevando una historia que pocos pueden contar. Porque, muchos son presa de un vicio, pero pocos tienen la capacidad de soportar el castigo que deja cualquier tipo de adicción y pagar sus consecuencias sociales y familiares.

Gracias a él, me di cuenta que, mientras el ego sea dueño de la humanidad, siempre habrá... Cenizas en el Viento.

Escrito en: Sorbos de café cada, humo, mientras, padre

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