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PADRES E HIJOS

Somos un espejo

IGNACIO ESPINOZA GODOY

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PADRES E HIJOS

Con demasiada frecuencia, los padres de familia (mamá y papá, ambos) escuchamos en el ámbito escolar cómo algunos progenitores se quejan con maestros y directivos acerca de la forma en que los alumnos (sus hijos e hijas) se comportan lo mismo en el espacio físico que abarca el plantel educativo que en el hogar, lo cual se lo atribuyen a la influencia que ejerce la institución de enseñanza en muchos aspectos que sólo corresponden y que son obligación de los tutores su fomento en el seno familiar, con lo que desde esta perspectiva se desliga a la propia escuela en ese sentido.

Lo anterior viene a colación, estimado(a) lector(a), debido a que, con ese argumento, varios padres de familia buscan responsabilizar a los docentes, principalmente, de la manera en que se conduce alguno de sus hijos o hijas dentro del plantel educativo luego de que alguno de ellos (los estudiantes) muestran evidentes señales de inadaptación o de conducta negativa hacia sus compañeros o compañeras y que se puede reflejar en agresiones verbales o, en el extremo grave, físicas, actitudes que, desde luego, es incongruente e ilógico que se les puedan atribuir a los maestros cuando la realidad es muy distinta.

De forma lamentable, algunos progenitores prefieren cerrar los ojos ante una realidad que los golpea con todas las evidencias, pues está más que comprobado que si un niño o una niña se conducen con actitudes de violencia hacia sus compañeros o compañeras de la escuela esto se debe a una serie de problemas que padecen o han presenciado dentro del hogar y que generalmente son conflictos que protagonizan sus propios padres, así que el infante en cuestión busca desahogarse de todo eso negativo que le ocurren en el seno familiar, aunque de manera desafortunada lo hace a través de medios que lastiman a quienes le rodean.

En este aspecto, de acuerdo con especialistas en conducta, si un pequeño o pequeña ejercen violencia contra niños o niñas de edad similar, lo más seguro es que esta actitud tenga su origen en lo que los infantes observan dentro del hogar y que buscan reproducir en otro escenario, que generalmente es la escuela, así que buscan a un compañero o compañera que, luego de analizar detenidamente, ven que se trata de alguien vulnerable y que difícilmente les responderá la agresión, por lo que de esta forma se convierte en su víctima frecuente de todo tipo de violencia.

Una vez que las referidas agresiones son denunciadas ante maestros y directivos, y luego de que estos toman las medidas pertinentes, que se traducen básicamente en llamar a los padres de familia del niño o niña violentos, es entonces cuando los progenitores reaccionan, supuestamente, desconcertados, con el argumento de que no es posible que su hijo o hija se comporten de manera violenta contra sus compañeros, si en el hogar son pequeñas o pequeños tranquilos que no molestan ni mucho menos serían capaces de golpear a alguien.

Sin embargo, muy en el fondo, los progenitores que tienen hijos agresores saben que, generalmente, sus vástagos son quienes inician un episodio de violencia contra algún otro niño o niña, ya que, aunque la regla no se puede aplicar con todo el rigor, los pequeños violentos no son más que un reflejo de sus padres, es decir, estos son el modelo que los hijos e hijas reproducen fuera del hogar, porque esto es lo que han aprendido, aunque no sea lo mejor, sino que, en ocasiones, es lo que no se debe imitar pues terminan por lastimar a quienes les rodean, no sólo en el entorno escolar, sino también dentro del seno familiar.

No podemos negar que los padres de familia somos como una especie de espejo para los hijos e hijas, con lo que no debería sorprendernos ni asustarnos si alguno de nuestros vástagos tiende a ejercer algún grado de violencia contra sus amigos o amigas, ya que lo más seguro es que ese rasgo de agresión lo hayan observado e imitado de alguno de los dos progenitores (o de ambos, tal vez).

Muchos se preguntarán si, una vez detectado, este problema tiene solución. En lo personal pienso que, con ayuda profesional, esto sí puede corregirse y revertirse, en beneficio no sólo del pequeño o pequeña que muestran ciertos rasgos de violencia, sino también del o los padres que reconocen que ese conflicto emocional debe ser atendido, en favor de la familia en su conjunto.

Los padres de familia siempre seremos el primer ejemplo que toman los hijos para desenvolverse en sociedad, de tal manera que si ese modelo es positivo, seguramente los resultados de esa interacción serán apabullantemente favorables para toda la familia. En contraste, si ese ejemplo es negativo, es decir, si el pequeño o pequeña viven en un entorno de violencia, eso es lo que aprenderán y así lo reflejarán en sus relaciones con quienes conviven.

Por ello, amable lector(a), los padres de familia debemos cuidar cada detalle en lo que hacemos o decimos dentro del seno familiar ya que, a veces hasta inconscientemente, los hijos e hijas recogerán las enseñanzas negativas que les transmitamos, de ahí que se recomienda meditar y reflexionar acerca de lo que les estamos enseñando a nuestros vástagos, para que el espejo refleje una imagen agradable y positiva.

Escrito en: Padres e hijos que,, hijos, padres, familia

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