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El mundo en guerra

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LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

El sábado pasado, dos refinerías petroleras de Arabia Saudita sufrieron un ataque terrorista que afectó la producción petrolera de aquel país en seis millones de barriles diarios, que equivalen al cinco por ciento de la producción mundial.

Si comparamos lo ocurrido con los hechos que causaron la primera y segunda guerra mundial el siglo pasado es decir, el asesinato del Archiduque de Austria en Sarajevo en 1914 y la invasión simultánea de Polonia por parte de Hitler y Stalin en 1939, no es remoto pensar que el mundo se encuentre al borde una conflagración de alcances destructivos, semejantes o mayores que los implicados en las dos guerras mencionadas con antelación.

Lo anterior no es exagerado, si tomamos en cuenta que la producción de petróleo ha sido en los últimos ciento veinte años la palanca estratégica de la economía mundial y que la destrucción derivada del ataque cuyo comentario nos ocupa, está incidiendo en un aumento en el precio mundial del petróleo y sus derivados. A lo expuesto, se suma el hecho de que en el medio oriente se libra una guerra ancestral entre el sionismo de inspiración judía y el mundo árabe de religión y cultura islámica, a raíz de la creación del Estado de Israel en 1948.

Una política dirigida desde Washington en los años setenta del siglo pasado, bajo la dirección del entonces Secretario de Estado Henry Kissinger, fue ampliando de manera paulatina el conflicto fuera de las fronteras del territorio israelí, hasta dividir al Islam en dos bloques: El dirigido por el gobierno de Irán apadrinado por Moscú, en cuyo bloque gravitan países como Siria e Irak y el encabezado por Arabia Saudita, que tiene en los Estados Unidos su más poderoso aliado.

Los contornos de ambos bloques no están claros, porque además de los estados que los integran, campean grupos terroristas sin límites territoriales precisos como Hezbolá, Al Kaeda, Hutiés, etcétera, que son utilizados por uno u otro beligerante como si se tratara de un tablero de ajedrez, en el que las superpotencias juegan con piezas de todos colores (Umberto Eco dixit). Esta situación agrava la situación del Medio Oriente, que hoy día presenta un punto explosivo en Yemen, país situado al extremo sur de la península arábiga, desde dónde opera la organización terrorista Hutiés, que ha reivindicado la autoría del atentado en comento.

En el libro La Verdadera Guerra publicado en 1980, en medio de la tensión entre el occidente dirigido por los Estados Unidos y el mundo comunista liderado por Moscú, el ex presidente de los Estados Unidos Richard M. Nixon, sugiere que la llamada guerra fría no fue sino el inicio de la Tercera Guerra Mundial. La tesis de Nixon es digna de ser considerada, ante la evidente ruptura generalizada de la paz global desde aquel entonces, en virtud de conflictos regionales significados en la Guerra del Medio Oriente, la Guerra de Vietnam y otros cincuenta y tantos conflictos más en la redondez del orbe, provocados con motivo de la descolonización de Asia y África y los movimientos revolucionarios armados en América Latina.

El fin de la guerra fría provocó el hundimiento del frágil orden mundial existente en aquel momento, sin que hasta la fecha los seres humanos hayamos sido capaces de construir un nuevo orden en substitución al anterior. La falta de nuevos liderazgos y los reacomodos que parecen montados en una banda sin fin, provocaron las dos guerras del Golfo entre Estados Unidos y sus aliados europeos en contra de Irak, la primera de 1990 a 1991 y la segunda de 2003 a 2011 que a la postre, abrieron las puertas a las bandas criminales internacionales y al terrorismo mundial que han generado en cada región de la Tierra, formas de asociación entre sí, tan destructivas como diversas.

Los atentados del fin de semana en Arabia Saudita, demuestran que La Verdadera Guerra diagnosticada por Nixon continúa hasta el día de hoy en otra fase. La caída del Muro de Berlín y de la Cortina de hierro acontecida al fin de la década de los años ochenta del siglo pasado, acreditó el fracaso del sistema comunista y del socialismo real, pero no resolvió las tensiones geopolíticas derivadas de las ambiciones de cada uno de los protagonistas del escenario internacional, llámense gobiernos, naciones o factores reales de poder, con sus respectivos intereses, políticos y económicos.

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