Esté medico atiende a los pacientes de un dispensario de la beneficencia pública en el barrio de Peralvillo de la Ciudad de México. Quienes acuden a él padecen enfermedades venéreas, y el médico les administra los precarios remedios de su tiempo, los mediados del pasado siglo: yodoformo, éter y el llamado Neosalvarsán.
El doctor tiene una enfermera asistente que se llama Pachita, y un pasante de Medicina que ahí hace sus prácticas. Con el estudiante el médico habla de literatura, pues el muchacho aspira a escribir una novela; a Pachita la escucha hablar de las minucias de su casa, de los chismes del vecindario, de los artistas de moda.
Este médico estuvo en la Revolución. "Anduve con los otros -dice-, no con éstos". '"Éstos' -contaría después aquel pasante- eran los triunfadores vía Carranza-Obregón-Calles. 'Los otros' eran los suyos. Los villistas".
Este médico es Mariano Azuela, uno de los más grandes escritores mexicanos del pasado siglo. Sus obras se tradujeron a medio centenar de idiomas. Y ahí está, en un dispensario público de barrio, con un salario miserable, curando enfermedades venéreas con éter, yodoformo y Neosalvarsán.
¡Hasta mañana!...