¿Recuerdas, Terry, amado perro mío, la vez aquella que me perdí en el bosque?
Había ido a buscar la gruta que llaman del Misterio. No la encontré, y al regresar advertí de pronto que no
Sabía ya dónde estaba. Imposible guiarme por el sol, pues había caído ya la tarde y las primeras sombras de la
Noche se enredaban a los pinos.
Tú te diste cuenta de lo que me pasaba, y con una mirada me indicaste que te siguiera. Después de un largo
Caminar te detuviste como señalándome algo. A lo lejos se miraban las luces del caserío, y cerca estaba la vereda
Que conducía a él.
Te acaricié la cabeza, agradecido. Echaste otra vez a caminar. Parecía que me estabas diciendo: "¡Bah! No es
Nada". Llegamos a la casa y fuiste hacia donde estaba mi mujer. Era para avisarle: "Ya te lo traje".
Siempre estuviste conmigo, Terry. Conmigo estás también ahora que ya no estás. Sé bien que si otra vez me
Pierdo -en el bosque, en la montaña o en la vida- volverás en espíritu a guiarme. Porque sé que los perros tienen
Espíritu, igual que los humanos. Al menos lo merecen más.
¡Hasta mañana!...