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JULIO FAESLER

La engañosa democracia

JULIO FAESLER

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México y Estados Unidos son, entre otros ejemplos, excelentes casos para sospechar de las virtudes que hemos estado educados a atribuirle a la democracia. Las experiencias en los dos países demuestran que tratándose del resultado de elecciones conducidas democráticamente, el arribo a los cargos presidenciales de individuos cuyo desempeño es diametralmente diferente al prometido o aun el esperado.

La amarga decepción en los resultados medidos en términos de solución de los problemas que prometieron resolver es la razón por la que hay un serio cuestionamiento en muchos observadores y políticos profesionales sobre la democracia como sistema para entregar a una persona la complicada responsabilidad de dirigir un país.

Por otra parte, hay quienes al reflexionar sobre los sacrificios a veces inauditos que la ciudadanía ha debido desplegar para instalar los mecanismos que garantizan, hasta el punto en que ésto es posible afirmar, el funcionamiento confiable de los procesos de control sobre los poderes, y en especial, el ejecutivo, llegan a la conclusión de que es mejor simplificarlo todo y volver a métodos mucho menos sofisticados que los que se emplean.

El caso del presidente norteamericano exhibe una personalidad de extremada egolatría, apoyado en un sector del electorado que le es fiel hasta lo inimaginable. Confiado en su fortuna millonaria que es, por cierto pequeña, de 6 o 7 mil millones de dólares, en comparación con la de varios millonarios mexicanos, el señor Trump ha estirado su suerte hasta el grado de exponerla a perder todo: presidencia, fortuna y libertad personal.

El caso del presidente de México es muy distinto. Llevado por lo que parecer ser una convicción misionera que algunos califica de mesiánica, también estira su suerte hasta el grado en que, al iniciar su segundo año en funciones, hay quienes no pueden imaginarse de qué manera puede cumplir las apuestas que lo comprometen también hasta el grado de perderlo todo, incluso por un golpe de estado en que pocos ven posible.

Lo que está perfectamente claro en los dos casos es que al llegar a la máxima responsabilidad política, el ascenso democrático es la explicación más deleznable de todas.

La solución al acertijo de la democracia moderna está en centrar la atención en el grado en que el jefe de estado está cumpliendo con su deber más simple y esencial y que es el de atender las necesidades más elementales de cada uno de sus electores que son salud, empleo, educación, habitación y seguridad.

Son muchos los ciudadanos que vemos que los sistemas de la democracia operativa instalados a veces con gran entrega y sacrificio no han rendido frutos en términos de sociedades tranquilas y confiadas en el goce de condiciones simples de vida.

En el caso de cada uno de los presidentes mencionados sus esfuerzos se han dirigido en primera instancia precisamente a los sectores populares de sus respectivas sociedades, intentando por todos los medios y hasta recursos financieros, conquistar y retener sus votos y basado en éstos realizar su plan de gobierno.

Cada uno de los dos casos es distinto. Mientras que en Donald Trump se confirma cada vez más una imagen de crudo interés personal, monetario que se trasluce en todas sus decisiones, en López Obrador crece la imagen de un individuo desinteresado personalmente en el resultado económico de su gestión presidencial.

En estos momentos Trump se las juega todo en el sainete de ser procesado por el congreso de su país y de ser arrojado ignominiosamente de su alto cargo. López Obrador por su parte, al comenzar su segunda administración también sabe que la apuesta es alta hasta el grado de perder su cargo.

Ambos presidentes son jugadores que no tuvieron miedo a los riesgos totales y por eso la Democracia les favoreció. La presidencia de un país no solo exige fuertes dosis de valentía. Lo que están en juego son las condiciones de vida de todos los que comparten la suerte de la sociedad. En el caso de Trump, sus objetivos son otros y por ello se le condena junto con las instituciones democráticas que le entregaron el éxito.

El caso de López Obrador, está todavía bajo juicio. Hasta ahora, es negativo porque sus objetivos son imprácticos y él ha socavado la unidad nacional. Tiene que tener cuidado. Podría unir, como ya lo hizo Trump, a todos en su contra, democráticamente.

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Escrito en: JULIO FAESLER grado, caso, democracia, suerte

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