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2020, el año de Pérez Galdós, Bradbury, Delibes...

2020, el año de Pérez Galdós, Bradbury, Delibes...

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ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA

Ya se ha dicho -con toda razón- que las conmemoraciones de los escritores reconocidos, y por supuesto de los grandes hombres y mujeres destacados, en general, conjuntan un valor adicional: durante el año de las celebraciones se difunde mayormente sus biografías y el mérito de sus obras.

Aquellos libros que les dieron prestigio vuelven por otras luces editoriales, ahora con diseños modernos y más atractivos, digo yo; también en mucho contribuyen a mantener su nombre toda esa serie de eventos culturales que por una buena costumbre animan a los viejos, recientes e incluso inéditos lectores. Programas de radio y televisión, mesas redondas acerca de su producción literaria, documentales que multiplicados en la onda expansiva del internet hallan una cobertura verdaderamente extraordinaria. Bien por ello.

Benito Pérez Galdós (1843-1920), gigante de las letras españolas, es uno de los literatos que cumplen en este 2020 su centenario. Dice a propósito el recuento que a la vida del maestro le dedicó Carmen Bravo Villasante (Mondadori, 1988): "El joven canario estudia en la Universidad de la calle. Hace novillos con frecuencia y paseante en Cortes conoce de memoria la topografía madrileña. La vida urbana le atrae tanto como la Biblioteca del Ateneo: dos formas de autodidactismo.

"Escapándome de las cátedras, ganduleaba por las calles, plazas y callejuelas, gozando en observar la vida bulliciosa de esta ingente y abigarrada capital. Mi vocación literaria se iniciaba con el prurito dramático, y si mis días se me iban en flanear por las calles, invertía parte de las noches en emborronar dramas y comedias. Frecuentaba en Teatro Real , y un Café en la Puerta del Sol, donde se reunía buen golpe de mis paisanos." Así lo recordaba don Benito. En este primer apunte igualmente vale la pena anotar siquiera tres de los numerosos títulos que a él se deben: "Marianela", "Fortunata y Jacinta", "Misericordia", sin olvidar su relato magistral "El abuelo", llevado a la pantalla por el siempre presente Fernando Fernán Gómez. Serán, pues, las voces de sus personajes las que regresarán a darle vigencia al talento universal de Pérez Galdós, de quien se ha señalado -con justicia- que es el auténtico heredero de Cervantes, ni más ni menos. Una maravilla vale el énfasis, un regalo artístico invaluable.

Por otra parte, el novelista estadounidense Ray Bradbury (1920-2012) será, sin duda, recordado en los próximos meses por una de las ficciones más originales del siglo XX: "Farenheit 451", el relato que nos advierte de las orfandades y soledades de una existencia sin libros. La anulación del alma sobrevendrá -parece advertirnos el autor- el día que desaparezca el papel en que se ha fijado lo mejor de la imaginación humana. Es, por lo mismo, una representación afortunada de la lucha por la libertad. Repasemos algunas de sus líneas, a manera de invitación de leer la obra completa:

"También nosotros quemamos libros. Los leemos y los quemamos, por miedo a que los encuentren. Registrarlos en microfilm no hubiese resultado. Siempre estamos viajando, y no queremos enterrar la película y regresar después a por ella. Siempre existe el riesgo de ser descubiertos. Mejor es guardarlo todo en la cabeza, donde nadie pueda verlo ni sospechar su existencia. Todos somos fragmentos de Historia, Literatura y de Ley internacional, Byron, Tom Paine, Maquiavelo o Cristo, todo está aquí. Y ya va siendo tarde. Y la guerra ha empezado. Y estamos aquí, y la ciudad está allí, envuelta en su abrigo de un millar de colores. ¿En qué piensa, Montag?"

No dejemos pasar el epígrafe alarmante que abre la novela, que es ya un clásico contemporáneo, si la frase no es demasiado impertinente: "FAHRENHEIT 451: la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde".

Finalmente, aunque evidentemente la lista que no se agota aquí sobre los escritores que deberán de ser releídos este año, nos encontraremos pronto con Miguel Delibes (1920-2010), el autor asimismo inolvidable de ese relato, duro como los días y los lugares de la tierra y las gentes duras: "Los santos inocentes". Una voz que sabe a campo, a palabra rústica, a costumbres arraigadas. Otra vez: una magnífica oportunidad para disfrutar a uno de los narradores más significativos de la segunda mitad del siglo apenas retirado.

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS Pérez, vida, estamos, Siempre

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