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LETRAS DURANGUEÑAS

Personajes inolvidables de Durango

ENRIQUE ARRIETA SILVA

Era mejor conocido como Sam. Se trataba de un judío sefardita, nacido en Estambul, que vivió en Durango por más de cincuenta años. Era de estatura regular, de más de sesenta años, blanco, algo encorvado y remataba su cabeza con borsalino; se hizo familiar su figura menuda vestida con camisa de manga larga y pantalón de casimir. Cargaba bajo el brazo en bolsas de plástico las camisas y géneros que vendía en abonos. Su principal puesto de operación era la cafetería de la Farmacia Benavides. Se le veía deambular por las Alamedas. Sam Ataled vivió como hasta los años setenta y fue muy estimado por su trato amable; insustituible en los desfiles patrios, se encargaba de organizar a bellas señoritas para que portaran las banderas de países amigos de México, lo que le valió ser nombrado representante de la ONU en Durango. Como no presumía, pocos sabían que era políglota, pues hablaba turco, griego, francés, inglés, hebreo, español y otros más.

El Médico Huerta

Se llamaba Manuel Huerta Cisneros, era conocido como el Médico, y su hermano Emigdio Huerta Cisneros por el apodo de el Tolaco. No había espectáculo público de los años cincuenta, como los toros y el beisbol de la Liga Central, en los que no se oyera desde las gradas de sol el grito fuerte e ingenioso del Médico Huerta que movía a risa a los asistentes. Su apodo obedeció a su parecido con un personaje de la tira cómica Pepín. Un tiempo fue líder de los locatarios del Mercado Gómez Palacio, en el cual tenía con su hermano y su madre puestos de fruta. En la actualidad su hija, Sandra Olga Huerta, tiene un puesto de comida llamado La Popis, que es muy concurrido. El Médico abandonó el mercado y la vida el 30 de junio del 2010, su hermano el Tolaco lo haría a su vez el 6 de octubre del mismo año. Ha habido imitadores del Médico Huerta, pero ninguno con la potencia de su grito y sus ocurrencias.

Juanón

El lugar más taurino de Durango por muchos años fue el restaurante del popular Juanón, ubicado en Constitución 166 norte, casi esquina con 20 de Noviembre, con especialidades en tortas taurinas y paella a la valenciana, olé. El menú del muy apreciado Juanón por el año de 1961, era: «ENTREMES: Cueritos de cerdo en escabeche. Sopa de legumbres escudella. Consomé de gallina tres filetes. primero PLATO A ESCOGER: Arroz estilo valenciana. Manitas de cerdo a la vinagreta. Bacalao Langa a la Vizcaína. Omelett con centros de Avenida Mondongo madrileña. segundo PLATO A ESCOGER: Cabrito al horno con spaguetti. Lechoncito asado en su jugo con camOriente Pollito en mole poblano, y refritos. Milanesa de filete con guacamole. Chuletas de carnero a la plancha. Ensalada de pepinos. Papas Saratoga. Frijoles refritos. POSTRES: Fresa con crema. Ciruelas en almíbar o flan de anís. Café. Cubierto $10.00. Ostiones, camarones y pescado diariamente. Especialidad en banquetes, cenas, buffets y bodas.» Juanón era de estatura media, corpulento, moreno, vientre abultado, afable y de gran generosidad y buen humor. Conoció la bonanza económica que le permitió visitar las plazas de toros de la República siguiendo a sus matadores favoritos, pero después su prominente negocio se vino abajo, y se recluyó en un negocio modesto del mismo género, donde vivía recordando sus glorias.

El Chivete

Por los años setenta, en la calle de Progreso entre 20 de Noviembre y Negrete, había un puesto de lámina en el que se vendían exquisitos tacos de barbacoa, a cargo de un buen hombre al que llamaban el Chivete. Ese puesto bien pronto se convirtió en un oasis para estudiantes con prisa y teporochos hambreados. Los tacos estaban muy sabrosos, y el Chivete tenía la bendita costumbre de servir cada uno en un trozo de papel de estraza; a la hora de cobrar, cada cliente le entregaba los papeles de los tacos que había consumido y en razón del número de ellos era el cobro, lo que venía de maravilla, pues no fueron pocos los papeles ocultos en los bolsillos de los estudiantes y de los teporochos, sin saberlo el Chivete o sabiéndolo.

Don Plácido Rodríguez

Era propietario de una fábrica de hielo, de sodas y paletas llamada La Favorita. De las sodas todas eran exquisitas, de distintos sabores y colores, tal vez la preferida fue la de grosella. Lucía unos enormes bigotes como cuernos de toro y fue diputado local. Acuñó la frase «Tan bien que íbamos», algunos dicen que cuando desaparecieron los poderes de Durango, otros que cuando llegó la Coca Cola y desplazó las sodas de La Favorita a las misceláneas de la periferia hasta desaparecerlas. El caso es que cuando a un durangueño de repente le iban mal las cosas, se le oía decir «Tan bien que íbamos, dijo don Plácido».

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS Médico, puesto, sodas, Huerta

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