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El cártel bueno

SERGIO AGUAYO

 C On el debido respeto, cuando el presidente saludó a la mamá de Joaquín "El Chapo" Guzmán, estaba emulando políticas seguidas por varios presidentes priistas y por Felipe Calderón Hinojosa.

Gobiernos y sociedades toleran al crimen organizado, siempre y cuando se respeten algunas restricciones no escritas. Es aceptable que se maten entre ellos, pero se rechaza que la violencia exceda límites acordes con el nivel de respeto a la vida humana imperante en la comunidad (un nivel -que por cierto- se modifica en tiempo y espacio). Cuando eso sucede, la sociedad exige al Estado atacarlos.

Eso pasó en Chicago, cuando la banda de Al Capone ejecutó a siete personas el Día del Amor y la Amistad en 1929; también, cuando en 1985 el Cártel de Guadalajara secuestró, torturó y asesinó al agente de la DEA Enrique Camarena y cuando en 1992 en Sicilia, la mafia ejecutó al respetado juez Giovanni Falcone.

Un caso más reciente es el viraje en la estrategia bélica del gobierno de Felipe Calderón. El modelo de negocios de los Zeta -entre otros grupos criminales- se basa en la brutalidad sistémica contra civiles inocentes. La matanza de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas (agosto de 2010) aceleró la decisión del gobierno federal de lanzarse contra ellos, para lo cual desplegaron nuevas estrategias. Una de las más novedosas y efectivas fue la instalación en Monterrey, de un Centro de Fusión de Inteligencia y Operatividad, desde donde se organizó un ataque metódico y efectivo a la estructura y liderazgo criminales. En unos cuantos años descabezaron y fragmentaron a esa organización, contando para ello, con la colaboración silenciosa del Cártel de Sinaloa, al cual dejaron de combatir en estados como Coahuila.

A medida que avanza este sexenio, se va haciendo evidente que la prioridad es atacar a las organizaciones más violentas: el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), el Cártel de Santa Rosa de Lima y la Unión Tepito. También van quedando claras las diferencias concedidas al Cártel de Sinaloa, le dan golpes ocasionales que se acompañan de acciones bien reveladoras. Entre ellas, las expresiones presidenciales de simpatía, cuando se dio a conocer la condena a Joaquín "El Chapo" Guzmán en Nueva York, la ayuda a su familia para obtener visas humanitarias y, finalmente, el saludo de mano acompañado de tuteo y palabras amables a la mamá de El Chapo. Compárese, finalmente, la reveladora liberación de Ovidio, uno de los hijos del mencionado capo, con la extradición a Estados Unidos del "Menchito", hijo de Nemesio Oseguera, "El Mencho", líder del CJNG.

Lo más llamativo de ese apretón de mano -entre dos adultos mayores, el día que se anunció la fase 2- fue la ostentación del presidente que, una vez más, sigue sus instintos y se esfuerza por establecer la agenda y el relato. El gesto es difícilmente justificable, porque agravia a las víctimas directas y colaterales, a las fuerzas armadas y a una sociedad aterrorizada por la violencia criminal. Se entendería la incapacidad de atacar simultáneamente a todos los grupos criminales, pero es una provocación innecesaria que el presidente normalice y legitime, de manera tan explícita, a una organización criminal que, en cualquier momento, puede escorar hacia actividades mucho más violentas.

Ante la baja en los ingresos por el trasiego de drogas causado por la epidemia sanitaria, algunos de los grupos y corrientes, cobijados en el nombre genérico de Cártel de Sinaloa, pueden dejar de ser los criminales "bien portados" para lanzarse a la búsqueda de la ganancia rápida a costa de civiles inocentes. Crecerían, entonces, los secuestros, los asesinatos, las desapariciones y los cobros por derecho de piso y tráfico de personas, tan habituales en el modelo de negocios de otras bandas criminales.

Desde una perspectiva histórica, el significado del saludo es que, ante la fortaleza del crimen organizado, el presidente está emulando la estrategia de tolerar al "buen cártel", una política adoptada en etapas previas por presidentes priistas y panistas. Sea por complicidad, impotencia o inocencia, la política de contemporizar con criminales "bien portados" es un virus que invade por igual a revolucionarios institucionales, neoliberales y transformadores. Se le conoce coloquialmente como la Pax Narca.

@sergioaguayo

Colaboró: Zyanya Valeria Hernández Almaguer

Escrito en: Cártel, presidente, grupos, que,

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