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Carlos Fuentes, la rama literaria que seguirá siempre viva

Carlos Fuentes, la rama literaria  que seguirá siempre viva

Carlos Fuentes, la rama literaria que seguirá siempre viva

ÓSCAR JIMÉNEZ LUNA

Carlos Fuentes nunca fue santo de mi devoción, hasta aquel día de febrero en Colombia. El reconocido escritor mexicano representaba mucho de algo que me desagrada en general de la gente: la arrogancia, la pose ensayada, el afán de parecer siempre brillante. Pero traté de distinguir -como en todos los casos- la importancia de una obra respecto a la personalidad de su autor. Así, ideologías y formas de ser y de aparecer aparte, imposible no deslumbrarse con 'Aura', 'La muerte de Artemio Cruz' o 'La región más transparente', novelas que retratan partes fundamentales del México del siglo XX. Creaciones verbales en las que la imaginación y el discurso histórico se fusionan en un alto nivel artístico. Serán, sin duda, junto a otros títulos de narrativa, ensayo y teatro del mismo escritor ('Terra Nostra', 'El espejo enterrado'…) su mejor legado.

Lo conocí personalmente a principios de los años noventas en el Palacio de Bellas Artes. Se llevaba a cabo entonces un homenaje a Juan Rulfo y entre los participantes, además de Juan José Arreola, Fernando Benítez y Salvador Elizondo, se encontraba el propio Carlos Fuentes. Ellos cerraron -porque las mesas de comentarios duraron varias sesiones- aquellos actos de recordación al célebre autor de 'Pedro Páramo'. Lector de tiempo atrás de sus libros, le pregunté al maestro sobre la fuente principal de 'Gringo viejo', publicado por cierto no hacía tanto. Dos o tres personas conversábamos con él (Arreola mientras tanto firmaba decenas de libros), sin mirar a nadie en particular. De lentes negros, con la copa del brindis a medias, Fuentes contestaba sin muchas complacencias. Nunca lo dejaba su transparente aire de superioridad.

Dentro de la vasta obra que escribió, también me interesaba mucho el libro que le mereció el Quijote: 'Cervantes o la crítica de la lectura'. Decía al iniciar sus páginas, justamente, que Colón al igual que el inmenso escritor del Siglo de Oro nunca se había dado cuenta del Continente por ellos descubierto. Esta pequeña obra, erudita y llena de sugerencias, le ha dado un lugar importante en el cervantismo de todos los tiempos. Entre nosotros, Enrique Mijares, su mejor lector en Durango, ha estudiado atentamente tal filiación en su análisis 'Los años con Carlos Fuentes'.

Lo volvimos a saludar en Guadalajara, al terminar la misma década, en la conclusión de la Cátedra Julio Cortázar, que contó también con la asistencia de Gabriel García Márquez y José Saramago, entre otros literatos notables. Todo era fiesta, fotografías y firma de libros. El Paraninfo a reventar de escritores e invitados de todo el país. Recuerdo dos incidentes curiosos. Una compañera le llamó la atención a Tomás Eloy Martínez por el trato que éste le había dado al personaje principal de su novela 'El vuelo de la reina' (Premio Internacional Alfaguara). El escritor argentino se sorprendió ante la radical pasión lectora. El otro pequeño percance sucedió precisamente con Fuentes. El escritor al parecer no quería dar autógrafos que no fueran en libros de su autoría (a lo que tenía derecho, por supuesto). Sin embargo, su actitud no les gustó a algunas personas. Otra de nuestras talleristas, Telle Bujdud, reconvino de inmediato al maestro: 'Cómo eres sangrón. Trataste muy mal a mis amigas de Durango'. Entonces las cosas cambiaron. Me gustan tus libros, al final dijo ella. Espero que ahora también te guste mi persona, terminó el fabulador. Volvió la paz.

No obstante la obra autobiográfica 'Diana o la cazadora solitaria' si me llegó tocar más a fondo, por razones obvias. En su relato, Durango se presenta con el nombre literario de 'Santiago', para el personaje principal 'el lugar más aburrido del mundo'. Y todavía más para para el narrador -transcribo-: 'Aquí estábamos, en un pueblo, literalmente, dejado de la mano de Dios, como si Dios quisiera vengarse de los hombres que tanto lo habían desengañado, mandándolos a vivir a esta planicie seca, pedregosa, hirviente de día, helada de noche, una corona dura e inservible de roca volcánica rodeada de barrancos, cortada del mundo a cuchilladas, como si Dios mismo no quisiera que nadie viniera aquí, sino por sus mismas culpas, condenado'. Y otras maravillas por el estilo. Sabemos que el autor tenía muy buenas razones para mal recordar a nuestra ciudad. Señalan con toda razón y con alegre malicia no pocos durangueños bien enterados del asunto de fondo. 'Aquí le bajó la novia uno de los nuestros a Carlos Fuentes'. Conocemos el contexto: en 1970 se filmó aquí la película 'Macho Callahan', en la que participó la bella actriz Jean Seberg, quien invitó al escritor a Durango; ella se convertiría después en manzana de la discordia en un real triángulo amoroso. Ya habrá oportunidad de contar con mayor amplitud esta historia.

Los encuentros y desencuentros con Fuentes y sus libros continuaron, desde mis lecturas, casi sobra subrayarlo. Y al margen, confieso que me situé en la contraparte del famoso escritor. Desde las opiniones debidas a la estrella María Félix a propósito, hasta el valiente y argumentado ensayo que le dedicó el historiador de Enrique Krauze, cuya crítica terminó -como conocemos- con la amistad entre Fuentes y el poeta Octavio Paz.

Pero en Colombia sentí un orgullo muy grande por el papel que hizo Carlos Fuentes en la inauguración del IV Congreso Internacional de la Lengua Española, al presentar a García Márquez en sus ochenta años, ante los reyes de España y más celebridades. ¡Qué magnífico discurso, qué poder de seducción verbal! Elocuencia y saber enciclopédico en proverbial conjunción. Hablaba Fuentes y no se oía sino su voz bien modulada, cruzada de poesía, vitalidad y celebración. Cuando termine Fuentes, gritamos '¡México!', le comenté a Maricarmen, mi esposa. Así lo hicimos. Pronto nos siguió el grupo de los veintitantos durangueños que nos acompañaban a Cartagena de Indias. Y luego gran parte de los asistentes al Centro de Convenciones, escritores de toda Iberoamérica: '¡México, México, México!' Difícil olvidarlo.

Ahora ya no está con nosotros Carlos Fuentes. Un aura obscura siguió a los días de su partida; pesar y memoria avivada de sentimientos encontrados. Vamos a extrañar sus fuertes críticas a los mediocres políticos mexicanos, a las ambiciones imperiales, a la estupidez en todas sus formas. Hará falta su talante intelectual, su palabra desmadradora de prejuicios y cursilerías. Hará falta, sobre todo, la poderosa ficción de sus narraciones. Nos quedan sus libros para pelear con él, para enfrentar al mundo con él, para reconciliarnos con él. Y como aquella rama del árbol siempre vivo, su obra seguirá creciendo con el tiempo.

Escrito en: LETRAS DURANGUEÑAS Carlos, Fuentes, escritor, obra

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