Editoriales

Sobreaviso

René Delgado

Adiós, Luis Carlos

La congruencia del consejero-presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, está fuera de duda: empezó mal, siguió igual y termina peor. Hay que reconocerle cuando menos ese mérito.

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No se puede hablar todavía de su renuncia porque, aun frente a su inexorable salida, insiste en aferrarse al puesto que no supo honrar. En esa circunstancia, debería entonces quizá formar un sindicato con Héctor Osuna de la Cofetel, que como él, a pesar de su brutal descalificación por uno de los poderes de la Unión, está seguro que podrá parapetarse en su escritorio.

Vale expresarse con tal dureza porque si desde el ingreso de ese Consejo al instituto electoral se pidió su renuncia (La renuncia del Consejo, Sobreaviso del 8 de noviembre del 2003), hoy se le puede despedir sin el menor remordimiento. Los términos de la designación de ese Consejo marcaron su destino, pero tanto Luis Carlos Ugalde como el resto de los consejeros se hicieron de la vista gorda. La honestidad intelectual y política que hoy reclama Ugalde es la misma que ese Consejo echó al cesto de la basura cuatro años atrás, cuando a pesar de su manifiesta falta de legitimidad permaneció en el puesto.

Aquel Sobreaviso advertía que el procedimiento de designación del Consejo ?sin el aval perredista y producto de una cerrada negociación entre Elba Esther Gordillo y Germán Martínez? podía significar un retroceso en la consolidación del instituto y dejaba en situación en extremo vulnerable a los consejeros.

Luis Carlos Ugalde no puede llamarse a engaño, ahora.

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Aquella solicitud de la renuncia del Consejo se reiteró en el Sobreaviso del 28 de octubre del 2006.

Al término del proceso electoral del año pasado, el Consejo del IFE tuvo otra oportunidad para presentar su renuncia. Por buenas o malas razones, el Consejo del IFE perdió la confianza ciudadana y la de los partidos políticos y, entonces, simple y sencillamente su permanencia era insostenible. El Consejo dejó escapar otra oportunidad para dejar el puesto con cierta dignidad.

Hoy, Luis Carlos Ugalde no puede venir con el cuento de que su salida tiene por único referente el proceso electoral del año pasado. No, hay que referirla a su entrada y a su desempeño, precisamente, en ese proceso.

El actual Consejo del IFE no supo aprovechar el beneficio de la duda que le extendieron algunos analistas a pesar de los términos de su nombramiento. Lo desperdiciaron, como luego dejaron pasar la oportunidad de salir sin jaloneos.

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Los argumentos de Luis Carlos Ugalde para quedarse en su despacho son, precisamente, las mejores razones para asegurarse de que por ningún motivo permanezca en él.

Cada uno de esos argumentos revela que nunca entendió cuál era su función. Dice que detrás del relevo del Consejo se pone en duda la autonomía y la independencia, pero entonces es ineludible preguntar: ¿Qué no ese Consejo puso en duda la autonomía y la independencia con las decisiones que tomó y dejó de tomar durante y después de la elección presidencial? No fueron pequeños errores los que cometió ese Consejo.

No supo armar el voto de los mexicanos en el extranjero. No supo contener la manifiesta intervención del presidente Vicente Fox en el proceso. No supo contener la injerencia de factores reales de poder en el proceso. No supo reconocer el límite de su participación en el debate entre los candidatos. No supo dar el resultado electoral. No supo que no deberían declarar ganador de la contienda.

No, no fueron pequeños errores. En muy buena medida, su desempeño acrecentó la incertidumbre sobre el resultado electoral. En ese punto, Ugalde y el resto de los consejeros al parecer nunca entendieron que su tarea era precisamente generar certidumbre, no incertidumbre. Nunca entendieron que su tarea era decidir, no dudar.

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El consejero-presidente dice que los partidos quieren secuestrar al instituto, pide su rescate y, en la afirmación, revela una terrible confusión.

No es lo mismo que el órgano constituyente permanente, o sea, el órgano legislativo considere conveniente su relevo, a que así lo consideren los partidos políticos. Hay un matiz de por medio, una diferencia entre aquel órgano y los partidos, pero ya no alcanza a distinguirla. Él mete todo en un costal, y aquel que no quiera ratificarlo en el puesto es antidemócrata. Se suma, así, a la nueva costumbre de construir ?complots?, Luis Carlos Ugalde construye el suyo.

Pide no simplificar las cosas, pero reduce su situación a una venganza y se lanza contra todos. Desafía a los poderes Legislativo y Ejecutivo, a los partidos políticos y se olvida de la ciudadanía. ¿Puede seguir así en el puesto?

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En otro argumento más, Ugalde amenaza: quien pida su renuncia cree en el fraude electoral.

¿Realmente, se puede confiar en el consejero-presidente del IFE cuando, exactamente igual que los actores políticos que critica, hace del chantaje un instrumento de negociación? ¿No una afirmación tan descabellada como ésa, es un desafío al presidente de la República que, precisamente, él avaló como candidato triunfador de la contienda? ¡Vaya árbitro electoral!

Los mecanismos de defensa de Ugalde son, verdaderamente, los mejores argumentos para despedirlo a él y al resto del Consejo.

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En medio de la terrible confusión que afecta a Luis Carlos Ugalde, el capricho le borra la memoria.

Como el actual Consejo, otros consejos del IFE ?en su mayoría, verdaderamente apreciables? han cesado en su función con motivo de la reforma electoral en turno. A diferencia de éste, los anteriores consejos entendieron cabal y dignamente que debían ser parte de la solución y no del problema. Ahora, sólo el consejero Rodrigo Morales ha mostrado sensatez al respecto. El resto de los consejeros juega a la política de la avestruz, pero Ugalde no. Él cree que su cabeza forma parte de la negociación de la reforma y, entonces, envuelto en la bandera de la autonomía y la independencia del IFE que nunca hizo ondear, se arrebuja para ver si salva el cuello.

Tal es la desmesura de su actitud que, tenga o no éxito la reforma planteada formalmente ayer, Luis Carlos Ugalde se ha echado la soga al cuello: no puede seguir al frente del instituto. Si había dudas de su desempeño, ahora ya no las hay: el actual Consejo simple y sencillamente no puede conducir el proceso electoral del 2009 y, cuanto antes salga, será mejor.

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El mayor absurdo de la situación creada por el consejero-presidente del IFE es que está provocando que el relevo del Consejo no sea escalonado. El escándalo de Ugalde y el silencio de sus compañeros, excepción hecha ?como dicho? de Rodrigo Morales, obliga a relevarlos en conjunto.

La confrontación que Ugalde ha generado con el Legislativo, el Ejecutivo y los partidos vulnera la posibilidad de planear una salida escalonada. El escalonamiento habrá que establecerlo en la duración del cargo de los integrantes del nuevo Consejo.

No puede haber duda al respecto, el actual Consejo debe salir en su conjunto y nombrar al nuevo sobre bases mucho más claras y transparentes. Bases que satisfagan sobre todo al electorado y no sólo las fracciones parlamentarias de los distintos partidos. Se debe convocar públicamente a quienes aspiren a ser consejeros, escuchar qué piensan, revisar qué han hecho en sesiones a puertas abiertas. Tal y como no se hizo con el actual Consejo.

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Escrito en: Consejo, Ugalde, Carlos, supo

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