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Debates y discusiones

Víctor G. González Avelar

Se han iniciado los preparativos de los actos con que se conmemorará el bicentenario de la iniciación de nuestra independencia del imperio español y el centenario del inicio de la Revolución Mexicana, la primera en el mundo que se preocupo por preservar las garantías individuales junto a las garantías y derechos sociales.

Pero como somos un país muy afecto a los fantasmas y a los espíritus, los historiadores ya se preparan pluma en riestra para levantar los tribunales en donde se juzgará (por milésima vez) a los protagonistas de nuestra historia, con el fin de ponerlos en un altar como si fuesen verdaderos santos, o mandarlos con violencia a los apretadísimos infiernos como irredentos traidores a la patria.

Cada historiador hará su muy personal crónica de los héroes, toda según su muy particular punto de vista, ya se trate de un estudioso de derecha o de un académico de izquierda. En este país no es posible estudiar a un ente histórico, sin hacer a un lado la pasión partidista. Aún no hemos podido madurar como un país moderno, que sepa juzgar a sus hombres dentro de sus tiempos y atentos a sus circunstancias.

Nuestros hombres son héroes o traidores; patriotas o tránsfugas; ladrones o inmaculados; sabios o idiotas. Este modo de ser de los mexicanos nos dará seguramente los grandes debates sobre los hombres que forjaron este país, con motivo de las fiestas y actos con que se conmemorarán el bicentenario de la iniciación de la lucha de independencia en contra del imperio español, y el centenario de la Revolución Mexicana. Debates y discusiones en los que jamás podremos ponernos de acuerdo, pues usamos siempre nuestro muy peculiar y personal punto de vista histórico.

Por lo pronto ya se iniciaron las opiniones sobre don Porfirio Díaz, con relación a si sería o no conveniente que el costal de huesos que obra en el viejo panteón parisino de Montparnasse sea repatriado y traído a su natal Oaxaca.

Estamos a cien años de su fallecimiento en París donde se exilió voluntariamente, después de renunciar a la Presidencia de la República; aun así, todavía los mexicanos nos seguimos haciendo esa pregunta.

Como este caso se presentarán muchos otros. Que si Agustín de Iturbide fue una bandido déspota, que si no lo fue; que si el fue el verdadero consumador de la Independencia; que si no lo fue; que si José María Morelos y Pavón era un cura concupiscente que dejaba hijos por dondequiera; que si el cura Miguel Hidalgo tenía de compañera sentimental a la Corregidora; o que la Corregidora andaba divirtiéndose con el joven capital Ignacio Allende.

Que sin Antonio López de Santa Anna vendió la mitad del territorio nacional o que no lo vendió y lo obligaron los gringos; que si éstos estaban metidos hasta el meritito Zócalo de la ciudad de México el 15 de septiembre de 1847, con la bandera de las barras y las estrellas izada en Palacio Nacional; que si Benito Juárez aceptó un vergonzoso tratado llamado MaClein Ocampo que daba privilegios inimaginables a los norteamericanos con respeto al territorio nacional y así podríamos seguir hasta el infinito.

Los mexicanos no tenemos paz del alma ni juicio para leer nuestra historia. La queremos hacer de acuerdo con el color de los lentes con que la escribimos; es por ello que temo -y muy fundadamente- que estos dos aniversarios serán un pretexto más para dividir a los mexicanos y una oportunidad de oro para que los partidos políticos se rasguen las vestiduras y usen a cada personaje histórico para solamente llevar agua a su molino.

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Escrito en: mexicanos, nuestra, país, vendió

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