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De polÍtica y cosas peores

Catón

Una mujer fue a confesarse con don Arsilio, el párroco del pueblo. Le dijo: “Me acuso, padre, de que me gusta hacer el amor a oscuras”. -Tal cosa no es pecado, hija mía -lo tranquiliza el bondadoso sacerdote-. Antes bien alabo tu sentido del pudor, también llamado pudicicia. Mucha gente prefiere hacerlo así, con la luz apagada. Yo mismo... eh... pienso que así se debe hacer. Incluso la señora Edison le pedía a su marido que apagara la luz. Nada más a las focas les gusta estar siempre con el foco prendido. La Reina Victoria dejaba un pequeño quinqué encendido en esas ocasiones, eso es cierto, pero cerraba los ojos y se ponía a pensar en Inglaterra. Sin embargo no se debe abusar de la oscuridad en el amor: hasta el recato puede hacer daño si se le exagera. ¡Cuántos naufragios hubo en la costa de Cornualles porque a la esposa del farero no le gustaba hacer el sexo con la luz encendida! Así pues, hija, sosiega tus escrúpulos: no es pecado que te guste hacer el amor a oscuras”. “No me entendió bien, Padre -aclara la mujer-. Me gusta hacer el amor a os-curas, a os-sacristanes, a os-monaguillos...”... La abuelita leía su Biblia. De entre las páginas del enorme libro cayó una hoja seca de parra. “¡Mira lo que encontré en mi Biblia, Pepito!” -le dice la viejecita a su nieto. Responde Pepito con aire de enterado: “Ha de ser un calzón de Eva”... Quienes amamos el campo sabemos que las lluvias torrenciales pueden causar daños, pero que siempre hacen más bien que mal. Lamentamos la suerte de quienes con motivo de las fuertes lluvias recientes, y las inundaciones, han sufrido pérdidas, pero pensamos que a la larga esas aguas redundarán en beneficio para quienes ahora resienten incomodidades y molestias. Cuando llueve dice don Abundio el del Potrero: “Están cayendo centavitos”. Y es muy cierto. La lluvia fecunda la tierra, y la tierra da fruto que se convierte en ingresos para la gente del campo. De pronto el agua causa destrucción y muerte; pero a la larga es bienestar y vida. Terminada su furia y sus violencias, el agua vuelve siempre a ser la Hermana Agua que el seráfico Pobrecito de Asís loó en su cántico... Se llevó a cabo una conferencia sobre eyaculación prematura. El acto empezó a las 8 y acabó a las 8 con 12 segundos... La cebra del circo le dijo al asno del pueblo: “Yo sé bailar, hacer cabriolas, saltar por un aro de fuego... Tú ¿qué sabes hacer?”. Contesta el pollino: “Quítate la pijama y te digo”... Doña Frigia, mujer indiferente a las cuestiones amatorias, llegó a su casa y encontró a su marido en trato de fornicación con una mujer joven. “¿Qué es esto?” -pregunta con indignación. Responde el marido: “Deja te cuento”. “No se dice: ‘Deja te cuento’ -lo corrige doña Frigia-. Se dice: ‘Deja que te cuente’”. (Ni siquiera en trances apurados perdía la señora su frialdad). “Está bien -enmienda el marido-. Deja que te cuente. Llegó esta pobre muchacha y me preguntó si no podía yo darle algo que tú no usaras. Y aquí estamos”... La serpiente boa decidió dedicarse a la prostitución: haría comercio con su cuerpo. “Fracasarás -le dijo otra serpiente-. No podrás resistir la tentación de devorar a tus clientes”. “Te equivocas” -le respondió la boa. Y remarcó su afirmación con una sabia frase de aplicación universal: “Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”. Llegó el primer cliente. Era un conejito gordito, apetitoso. Hambrienta por varios días de ayuno la boa, en efecto, no se pudo contener, y empezó a tragarse al conejito. Recordó de repente, sin embargo, lo que le había dicho su amiga, y lo regurgitó. Sale a la luz el conejito, todo mojado, y exclama aturrullado y con arrobo: “¡Caramba! Si así estuvo la besada ¡cómo irá a estar la fornicada!”... FIN.

Escrito en: hacer, cosa, mujer, siempre

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