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Valores patrios

Gilberto Jiménez Carrillo

Lamentablemente atravesamos por épocas en donde está generalizado encogerse de hombros y de energías, singular reflejo de una crisis de vida, de un ciclo de desaliento y desencanto, de confusión, de falta de horizontes. Los congresos de educación en valores han detectado que actualmente se ha pasado de una ética del esfuerzo a una ética de la diversión, por lo que la pregunta obligada sería meditar sobre si es posible vivir sin valores.

Los valores son parte de nosotros mismos, guías de nuestra existencia porque nos hacen vivir. Si se consigue practicarlos en la propia vivencia personal, constituyen el único y verdadero estado de bienestar y de la felicidad humana. Con los valores patrios sucede algo similar, pero lamentablemente la gran mayoría de los mexicanos no los practicamos por la simple y sencilla razón de que no los conocemos. Hace años que terminó de impartirse la asignatura de civismo en la primaria y secundaria. Ya no es común que la gente se ponga de pie cuando escucha el himno nacional en eventos deportivos, culturales o políticos que se transmiten por televisión. Pocos son los que saben que los símbolos patrios son la bandera nacional, el himno y el escudo nacional. Recientemente el gobernador Ismael Hernández Deras ha dado inicio a una campaña de fomento y divulgación de valores patrios, hecho que llama poderosamente la atención en estos tiempos tan convulsionados en donde aparentemente lo que menos importa es fomentar este tipo de temas.

México ha vivido entre múltiples amenazas. Una guerra de invasión lo despojó de una inmensa porción de su territorio. Otra estuvo a punto de convertirlo en un simulacro -de imperio. Entre esos conflictos, antes de ellos y después de que terminaron, atravesamos dolorosas vicisitudes, asonadas y cuartelazos, fusilamientos y convulsiones, ostracismos y caudillajes. Pero a pesar de tantas angustias, lo intransferible de México sigue en pie. No lo salvaron sólo sus héroes, sino millones y millones de mexicanos anónimos y tenaces para quienes la libertad ha constituido un valor que no se vende, y la patria un requerimiento de cada instante y una misión que se cumple cuando se transmite más depurada y más respetable a las nuevas generaciones. La patria es continuidad y todos somos obreros de su grandeza. De la lección del pasado recibimos fuerza para el presente y razón de esperanza para el futuro, por esa razón hagamos nuestro el interés del Gobernador del Estado por fomentar entre nuestra familia los valores patrios a fin de merecer cada día más el honor de ser mexicanos.

Un país no se afirma nunca en razón de una sola hazaña, con la euforia de un solo triunfo o con base en una sola y brusca expresión de la voluntad. La historia entera del hombre es la descripción de un ascenso lento e incomparable hacia el equilibrio de libertades morales, intelectuales y materiales que cada colectividad y cada conciencia deben saber fortalecer. Todas las horas de nuestra vida han de guiamos en la ardua empresa de forjar la constancia de la nación y particularmente la de nuestro estado.

Morelos quiso que lo llamaran Siervo de la Nación, y siervos de la nación han sido todos los grandes hombres que se entregaron a cumplir la misión de México. Su grandeza estuvo precisamente en la eficacia de sus servicios a los ideales auténticos de la patria. Un pueblo sin héroes y sin símbolos patrios sería una muchedumbre sin voz. Por otra parte, cómo imaginar a los héroes sin el pueblo al que sirven y al que convocan. Pero los héroes no son exclusivamente los que empuñan las armas o los conductores políticos de un país. Son también los apóstoles del pensamiento como los sabios, artistas, gobernantes, técnicos y humanistas, inventores de nuevas formas de ser o de legislar, revolucionarios de corazón porque todo progreso efectivo obedece a una inconformidad previa. Acciones como las que ha emprendido Ismael servirán para que la niñez y la juventud de Durango sientan cómo se ha hecho nuestro país entre congojas innumerables, pero con ímpetu irrefrenable. Que adviertan de qué pobrezas partieron nuestro mayores, cuántas tragedias hemos atravesado y cuántas insuficiencias tendremos todavía qué superar para dar a México y a Durango la estatura económica y cultural que deseamos.

No basta con declararnos independientes, porque la independencia y la libertad peligran cuando los pueblos no se sienten dispuestos a renovarlas con todas sus acciones y todos sus pensamientos. Por esa razón, fomentar entre la niñez y la juventud los valores patrios demuestra la convicción de Ismael Hernández Deras por dejar sembrado en la conciencia de los duranguenses de hoy y mañana, que la patria es y seguirá siendo obra de todos los mexicanos.

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