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De polÍtica y cosas peores

Catón

Cuando voy a Hermosillo a perorar exijo que en mi contrato, firmado ante notario público y con asistencia de testigos, se ponga esto: “CLÁUSULA PRIMERA: La parte contratante (o sea mi anfitrión) se obliga a llevar al conferencista a almorzar en Los Tacos del Chino, esquina de bulevar Morelos y avenida De Anza. Igualmente se compromete a que el dicho conferenciante (o sea yo) pueda disfrutar los siguientes tacos: uno de cachete, uno de sesos, uno de lengua y otro de ojo, sin perjuicio de pedir otros más, según convenga a su apetito y voluntad. De esta obligación la parte contratante no se podrá excusar bajo ningún pretexto, ni sujetar su cumplimiento a condición alguna, sea suspensiva o resolutoria. En caso de incumplimiento la parte contratada (yo) podrá dejar de impartir su conferencia, sin ser por ello objeto de sanción civil o penal. En caso de haberla impartido ya, podrá declararla nula y sin efecto, como si nunca se hubiera realizado, y abrogar, anular, abolir, derogar, suprimir e invalidar los conceptos que en esa disertación hubiese pronunciado”. ¡Qué tacos ésos del Chino, queridos cuatro lectores míos! Merecen ser inscritos en las mejores páginas de la gastronomía sonorense, lo que equivale a ponerlos en las mejores páginas de la gastronomía mexicana. Si por cualquier motivo tienes la fortuna de ir a Hermosillo pide inmediatamente que te lleven a los tacos del Chino. Procura ir tempranito (las 8 de la mañana es buena hora), porque después llega toda la ciudad -y parte del estado- a disfrutar las viandas sabrosísimas que ahí se sirven. Acabo de estar en Hermosillo, invitado por el Tec de Monterrey, campus Sonora. Su director general, el doctor José Andrés Sierra, me habló con entusiasmo de la forma en que la institución se está esforzando por formar buenos profesionistas que sean además personas íntegras y ciudadanos comprometidos con su comunidad. José Manuel González, el presidente de la Sociedad de Alumnos, me puso en manos de cuatro lindísimas chicas que fueron mis hadas madrinas: María del Mar Durazo Chávez, Sonia Contreras, Karla Uriarte y Julia Solana de la Torre. Ellas me trajeron y llevaron por doquier. Hablé antes más de 800 estudiantes preparatorianos. ¡Qué grata experiencia fue ésa para mí! El público formado por esas muchachas y muchachos ha sido uno de los mejores que he tenido, y el largo y estruendoso aplauso que puestos en pie me dieron al final me emocionó. A los 70 años de mi edad, bien vividos, bien gozados y orgullosamente proclamados, considero un privilegio ser leído y escuchado por los jóvenes. Un maestro me dijo: “Usted, a través del humor, ha enseñado a esos muchachos a interesarse en las cosas de México. Ellos lo leen, y cada día aprenden algo en sus columnas”. ¡Qué responsabilidad! A más de orientar a la República ¿he de guiar también a la juventud de mi patria? Débiles hombros son los míos para llevar tan grave carga. Ojalá que los tacos del Chino me den fuerza... De Hermosillo traje este expresivo texto. Se llama “Ser sonorense”, y dice así: “El sonorense no saluda: te dice: ‘¡Quiubu, cabrón!’... El sonorense no tiene amigos: tiene compas... El sonorense no se burla: te da un ‘carrillón’... El sonorense no cuenta chistes: cuenta charras... El sonorense no te carga: te lleva ‘apapuchi’... El sonorense no es transa: le caen ‘caiditos’... El sonorense no se desnuda: se ‘embicha’... El sonorense no te reafirma algo: te dice: ‘¡Aññii!’... El sonorense no va rápido: va en chinga... El sonorense no festeja: ‘pistea y arma un fiestón’... El sonorense no es un tipo alegre: es a toda madre... El sonorense no es un tipo tremendo: es un chingón... El sonorense no es cualquier cosa: es un sonorense”... Añado por mi cuenta yo: ¡qué legítimo orgullo el de los sonorenses, y qué bien se siente uno en Sonora!... FIN.

Escrito en: sonorense, podrá, ¡Qué, mejores

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