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CIUDAD DE LAS ARTES

Por Fernando Andrade Cancino

"Desde los 70". Hemández Montes, "El Jimy", es un hombre pentafácico: locutor universitario y comentarista de una amplia gama de temas; diseñador gráfico e ilustrador; poeta y pintor; setentero y rockero; maestro y estudioso. Hoy su faceta de pintor casual, espontáneo e íntimo, se muestra en una retrospectiva, titulada "Corrientes Continuas, Alternas más Rupturas", que hubiera podido titularse; "Desde los 70", a partir de cuando su actividad visual ha padecido los celos y restricciones de sus tareas creativas como poeta estridentista, diseñador gráfico e ilustrador Pop de alma musical. Cinco vertientes inconscientes, continuas y permanentes, han nutrido su plástica desde el primer LP de Pink Floyd que escuchó a principios de los 70, desde el primer filme que vio de Édgar Mijares, el cineasta adolescente, desde los inicios de su pasión por hablar, por decir, aportando siempre ideas comprensibles a veces sólo para las mentalidades más picudas y filosóficas, y desde los inicios de su manía pasión por hacer bocetos e historietas de la sociedad del consumo y desconsuelo vista desde nuestro subdesarrollo, dentro de un estilo Pop Art latinoamericano que devuelve como bumerang -decía Marta Traba- la señal del consumismo enviada desde los Estados Unidos, convertida en señal revolucionaria. Sumergido en la burocracia académica universitaria pensante, obligada a devengar un salario, su producción artística ha sido más una bitácora que un proyecto de vida, más un diario que una ambición profesional, y más azar que certeza, lo cual practicado por muchos años lo afirma como un artista siempre en devenir, definitivamente inconcluso "sin más pretensión que testimoniar el tiempo vivido, y por consecuencia sin más posición que la historia personal vuelta apunte, dibujo, tira cómica, cartel, viñeta, ilustración, retrato, paisaje y abstracción.

Cinco vertientes plásticas señorean en su obra; la de vena expresionista abstracta, a veces genial, gorda de belleza, y otras veces, muy pocas, brutalista; la vena de ilustrador de viñetas e historietas; la del retratista de desnudos femeninos, académicos y Pop; la de los collages de fotocopias pintarrajeadas con maestría, y finalmente la que parafrasea geometrismos y cubismos analíticos y se acerca al surrealismo, obras casi todas realizadas en formidables pequeños formatos. Paisajes y abstracciones se separan tan sólo por una delgada línea, que a veces desaparece para dar paso a la abstracción total hecha con pasión por el color y la acción, otras veces con inéditas intenciones de figurar lo visible dentro de lo invisible.

Jaime es un poeta de la línea que ha ilustrado psicodélica y románticamente, geométrica y orgánicamente, racional e irracionalmente, colorística y linealmente. Convierte como ilusionista su línea recta positiva en un camino de sueños surrealista, antipositivista, y tal vez en estas rupturas, oposiciones y complementos radica su dialéctica interna, personal e intransferible.

Hernández Montes nos presenta en Los Tlacuilos de la UJED una obra que es testimonio de una época; tiempo acumulado desde los años 70. Cada cabeza es un mundo y la de "Jimy" nos lo confirma, cada creador es un estilo pero Hernández Montes tiene más de uno, los que su pulso traza en grafismos intrépidos, automatistas y audaces y, entre otros, los de minuciosas y detallistas miniaturas.

"El Jimy", como muchos, necesita más tiempo para dedicarlo a la pintura, pero "¿quién se ha apropiado del reloj?", decía Édgar Mijares. Ese reloj enajenante nos ha impuesto afanes y tareas múltiples, de mil usos, de todólogos y neólogos, como hombres renacentistas capaces de hacer arte, diseño, medicina, inventos mecánicos, magia, trutru y chacachaca, ruido y silencio, escarnio, mofa y alabanza, figuraciones y desfiguros desde los años 70.

Escrito en: veces, tiempo, pasión, poeta

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